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Revista Espacios Políticos
Levitt (2008) propone el concepto
de remesa social. Ella considera
que los migrantes exportan ideas
y comportamientos que de varias
maneras son también enviados a
sus comunidades de origen. En este
sentido, cuatro aspectos resultan
fundamentales: las normas, las
prácticas, las identidades y el capital
social; los cuales circulan entre países
de destino y de origen. Este tipo de
intercambios ocurren cuando los
migrantes regresan a vivir o visitan
sus lugares de origen, cuando los no
migrantes los visitan en lugares de
destino a través del intercambio de
cartas, videos, casetes, email, blogs
o llamadas de teléfono. Las remesas
sociales
constituyen,
entonces,
el conjunto de valores, normas,
hábitos, imaginarios y, en general,
los aprendizajes de una persona o
grupos familiares y sociales a partir
de la migración.
Levitt estima que la cultura
permea aspectos de las iniciativas
de desarrollo como un desafío y una
oportunidad, pues los migrantes
portan ideas, prácticas y narrativas
que permiten la movilidad y diferentes
formas de afiliación y pertenencia. La
cultura influye en cómo los objetivos
del desarrollo se establecen y de cuán
exitosamente se alcancen, aunque de
la política dependerá lo que se ponga
en marcha para alcanzar dichos
objetivos,(Levit, 2008). Así pues,
desde esta posición se aprecia cómo
en el fenómeno migratorio, se ponen
en circulación estas remesas menos
evidentes, las cuales vehiculan
contenidos sociales y culturales en
varias vías, alcanzando diferentes
ámbitos que incluyen los contextos
y prácticas organizacionales. Este
tipo de remesas pueden extenderse
a otros dominios de la práctica y
escalar hacia organizaciones de nivel
regional o nacional. Debe admitirse
que en estos procesos pueden darse
efectos positivos y negativos, pero
resulta un recurso potencial que
debe examinarse cuando se trata
de proyectos o planes de desarrollo,
particularmente en contextos donde
la emigración es importante.
Varios investigadores, al utilizar
este concepto, señalan las virtudes,
limitaciones e incluso los efectos
contraproducentes de las remesas
sociales. En efecto, al migrar, las
personas tienen la oportunidad
de mejorar sus capacidades, por
medio de la adquisición de nuevas
habilidades y el trabajo tecnificado.
De hecho, estudios que han analizado
los casos de países dinámicos, como
en el sudeste asiático, encuentran
que entre los factores de crecimiento
y desarrollo resalta la transferencia
de tecnologías, lo cual puede
ser facilitado por la experiencia
migratoria. La experiencia laboral
en un país distinto al de origen
puede permitir el fortalecimiento de
las capacidades humanas y, en el
caso de la emigración a los países
desarrollados, la experiencia de un
estilo de vida diferente, el aprendizaje
de un segundo idioma, y la práctica
de empleos diferentes con mayores
niveles de exigencia permiten una
mejor calificación laboral y en caso de
retorno, posibilita espacios laborales
mejor calificados (Durand, 2004 y
López, 2008).