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Revista Espacios Políticos
indígenas incrementan su resistencia,
excluidos como han estado del
beneficio de la acción gubernamental.
Enfrentan, nada más, a las fuerzas
militares y policiales que siguen
actuando como grupos de acción
represiva.
En su declaración pública del 16
de abril pasado, la Convergencia por
los Derechos Humanos afirmó que no
estamos ante un Estado fallido, sino
un Estado construido para favorecer la
acumulación individual de riqueza. Por
ello da cobijo a estructuras paralelas
que se anclan en el quehacer político
y económico para generar lucro
personal y garantizar que el Estado
sea un ente ficticio por la incapacidad
financiera y real de ejercer su trabajo
en función del bien común.
Pérez Molina renunció el 2 de
septiembre.
De
forma
inmediata,
judicialmente se le arraigó y el
juez Miguel Angel Gálvez ordenó su
captura y prisión preventiva. El 3
de septiembre inició el juicio con la
presentación de algunas pruebas, de
parte del Ministerio Público. Pérez
Molina escuchó. La Fiscal del M.P.,
licenciada Thelma Aldana indicó que
tienen suficiente material para “ir
construyendo la prueba pertinente”.
Informó que tienen más de 80
mil fuentes (escuchas telefónicas,
archivos incautados, etc.). El juicio se
reanudará en diciembre próximo.
Esta historia se está escribiendo
y lo que ofrecemos al lector es una
primera lectura.
En lo social, ¿qué queda?
Un provechoso aprendizaje y la
recuperación de autoconfianza que
puede decantarse en organización y
activación popular. La mayor fortaleza
se observa en el interior, sobre todo
en las comunidades indígenas.
Lo público, enajenado de lo
social, es ahora un escenario de
preocupación, debate y de muy
relativa lucha.
El proceso electoral es el gran
catalizador de esta crisis, posterior a
la renuncia de Pérez Molina.
Sin el parapeto de la corrupción,
un débil acuerdo de institucionalización
abriría el camino a una gestión pública
que ya no sería solamente arbitrada
por los oligarcas. En adelante, la gente
que está descontenta mantendrá su
inquietud, variable por la posibilidad
gubernamental de atender sus
demandas o, de lo contrario, la
tensión aumentará. Y la pita no da
para mucho.
Se observan nodos de tensión.
Parte de la movilización social
encuentra su satisfacción con la
renuncia y quiere volver a la paz
perdida. Opuestas a ellos, están las
fuerzas antisistema que quieren
reformas ya y se oponen a las
elecciones.