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Facultad de Ciencias Políticas y Sociales
Latina la transición democrática
—Guatemala no es la excepción— no
fue en realidad un acto derivado de la
presión ciudadana sino de concesiones
entre élites. El traspaso es externo y
formal, y responde a un acuerdo entre
los actores políticos relevantes. Parte
de ese acuerdo requiere comprender
que, al igual que en Brasil, Argentina
y Chile, la democracia en Guatemala
se construye cuando el estamento
militar devuelve el poder a los
civiles bajo presiones externas. El
carácter inconcluso de la democracia
guatemalteca se materializa de mejor
manera cuando la historia política
de los últimos 25 años se pone
estirada sobre la mesa: se pasa de la
transición de 1985 al intento de golpe
1993 y tres años después, en 1996,
los acuerdos de paz son un resultado
de pactos de élite. En la actualidad,
renuncia la vicepresidente y persisten
fuertes presiones para concluir el
mandato del Presidente.
Las reformas y cambios al
sistema siempre son introducidos por
actores que en razón de las cuotas
de poder no equitativas, obtenidas
o mantenidas (por muy particulares
razones históricas), pueden tutelar
al sistema para obtener sus propios
objetivos. La tutela democrática a la
cual me estoy refiriendo es expresión
de una ciudadanía guatemalteca
indignada. Es una tutela muy
diferente.
No se ejecuta desde actores
cercanos al sistema sino desde
actores “lejanos” al sistema. En este
caso, específicamente, actores de
cooperación internacional. Debemos
ir apuntando a la existencia de una
´Democracia sujetada por hilo fino´.
Dicha categoría aún en elaboración
por nuestra parte en conjunto con
otros politólogos de nuestra Facultad
(agradezco al profesor Raúl Bolaños
su colaboración en esta tarea), es
la mejor corroboración de que la
transición democrática en Guatemala
ha sido inconclusa. La tutela
mencionada no se ejecuta desde
actores cercanos al sistema, sino
desde actores “lejanos”.
Lo anterior no se percibe
precisamente porque la tutela es
casi invisible, como ejecutada por
hilos muy finos. No se puede negar
que el exabrupto ciudadano que
hoy ha permitido a la ciudadanía
guatemalteca recobrar el espacio
público y permitir así un encuentro
casi mágico entre diferentes sectores
de ciudadanos que se habían
hecho entre ellos prácticamente
invisibles, no es un fenómeno
autónomo. El sistema guatemalteco
y
las
expresiones
ciudadanas
reaccionan específicamente a las
investigaciones realizadas por la
Comisión Internacional Contra la
Corrupción y la Impunidad (CICIG).
La anterior entidad, en razón de
una ciudadanía que se desentendió
del debate ciudadano, que dejó de
fiscalizar el sistema y que privatizó la
participación política, ha tenido que
entrar al ruedo para hacer todo lo que
las agencias de fiscalización estatal
deberían hacer. Y de paso, quizá sin
quererlo, ha impulsado la reacción
ciudadana.
Creo que es muy simple responder
a la pregunta original planteada:
¿Podemos en España, Podremos en
Guatemala? En España la ciudadanía
hizo su trabajo. En Guatemala,
la agenda sigue determinada por
cooperación internacional.