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Facultad de Ciencias Políticas y Sociales
me parece que en los contextos
denominados semidemocráticos la
opción de comprensión nos remite
más a otro italiano, en este caso a
Negri, quien apunta que la lógica de lo
político no es sino mostrar que el poder
constituyente se nutre de la oposición
permanente hacia estructuras que
deben ser desbaratadas
10
.
Sobre el anterior aspecto, los
teóricos políticos se han preguntado
—no sin razón justificada— en
términos del secuestro de la política
por parte del aparato tecnócrata.
¿Qué significa institucionalizar el
acto político? Significa permitir que
el sistema resuelva. Pero, —y es
importante aclarar lo anterior— es
fundamental acotar que el sistema
funciona y resuelve en la medida en
que la democracia se institucionaliza.
La democracia de alta intensidad,
no caracterizada precisamente por
ciudadanías de baja intensidad,
tiene la capacidad de lograr que las
estructuras de vinculación abran
espacios para atender demandas y
producir un outpout de administración
pública que resuelva de manera
eficiente.
Hay un índice fundamental en todo
lo anterior. El comportamiento de los
partidos políticos. No son solamente
maquinarias electorales. Los partidos
políticos existentes se caracterizan
por ser efectivos, su número es
efectivo con lo cual se comprende
que cada partido existente cuenta de
facto en la toma de decisiones. Pero
si los niveles de institucionalización
—y he allí el meollo de toda nuestra
discusión— son bajos, lo anterior no
10 Negri, Antonio. (1993). La anomalía salvaje.
Ensayo sobre poder y potencia en Baruch
Spinoza. pp. 159-160.
impide la participación y canalización
de demandas. Aunque lo anterior
suceda de forma distinta. ¿Qué puede
hacerse? ¿Cómo teorizar desde esta
posición? Por la razón anteriormente
apuntada, determinados contextos se
comprenden desde la categorización
de las semi-democracias o
democracia híbridas. Y he allí, la
razón por la cual el título de este
ensayo me incomoda. La situación
española es una situación de alta
institucionalización, mientras que el
caso guatemalteco es una democracia
de baja institucionalización que
apunta a dinámicas increíblemente
híbridas. ¿Cómo intentar comparar
ambos casos?
En el caso español, las demandas
de los denominados Indignados se
han institucionalizado.
Se parte ahora de una
comprensión madura con respecto a
que la plaza no resiste para siempre.
Los movimientos sociales pueden
apuntar en la definición de la agendas,
pueden establecer puntos de acción
pero en las democracias de alta
institucionalidad siempre la demanda
se canaliza hacia la entrada del
sistema: ya sea por partidos políticos
que recogen las demandas o por el
acto participativo de los denominados
antisistémicos. Esa esa la realidad del
caso español.
Así las cosas, esa articulación
denominada Podemos se constituye
en otro referente de cómo el voto de
indignación se puede transformar en
voto estratégico. De cómo, en efecto,
las historias de cambio se escriben
en su inicio en la plaza, pero deben
madurar y competir para ganar
espacios, sobre todo si lo que se