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Facultad de Ciencias Políticas y Sociales
3.1. L
a
primera
tarea
es
poner
La
economía
aL
servicio
de
Los
puebLos
La primera tarea es poner la
economía al servicio de los pueblos:
Los seres humanos y la naturaleza
no deben estar al servicio del dinero.
Digamos “NO” a una economía de
exclusión e inequidad donde el dinero
reina en lugar de servir. Esa economía
mata. Esa economía excluye. Esa
economía destruye la madre tierra.
La economía no debería ser un
mecanismo de acumulación sino la
adecuada administración de la casa
común. Eso implica cuidar celosamente
la casa y distribuir adecuadamente
los bienes entre todos. Su objeto no
es únicamente asegurar la comida o
un “decoroso sustento”. Ni siquiera,
aunque ya sería un gran paso,
garantizar el acceso a las “tres T” por
las que ustedes luchan. Una economía
verdaderamente comunitaria, podría
decir, una economía de inspiración
cristiana, debe garantizar a los
pueblos dignidad, «prosperidad sin
exceptuar bien alguno» [1]. Esta
última frase la dijo el Papa Juan
XXIII hace 50 años. Jesús dice en
el Evangelio que, aquel que le dé
espontáneamente un vaso de agua al
que tiene sed, le será tenido en cuenta
en el Reino de los cielos. Esto implica
las “tres T”, pero también acceso a
la educación, la salud, la innovación,
las manifestaciones artísticas y
culturales, la comunicación, el deporte
y la recreación. Una economía justa
debe crear las condiciones para que
cada persona pueda gozar de una
infancia sin carencias, desarrollar sus
talentos durante la juventud, trabajar
con plenos derechos durante los años
de actividad y acceder a una digna
jubilación en la ancianidad. Es una
economía donde el ser humano, en
armonía con la naturaleza, estructura
todo el sistema de producción y
distribución para que las capacidades
y las necesidades de cada uno
encuentren un cauce adecuado en el
ser social. Ustedes, y también otros
pueblos, resumen este anhelo de una
manera simple y bella: “vivir bien”,
que no es lo mismo que “pasarla
bien”.
Esta economía no es sólo
deseable y necesaria sino también
es posible. No es una utopía ni
una fantasía. Es una perspectiva
extremadamente realista. Podemos
lograrlo. Los recursos disponibles
en el mundo, fruto del trabajo
intergeneracional de los pueblos y los
dones de la creación, son más que
suficientes para el desarrollo integral
de «todos los hombres y de todo el
hombre» [2]. El problema, en cambio,
es otro.
Existe un sistema con otros
objetivos. Un sistema que además
de acelerar irresponsablemente los
ritmos de la producción, además de
implementar métodos en la industria
y la agricultura que dañan a la madre
tierra en aras de la “productividad”,
sigue negándoles a miles de millones
de hermanos los más elementales
derechos
económicos,
sociales
y culturales. Ese sistema atenta
contra el proyecto de Jesús, contra la
Buena Noticia que trajo Jesús.