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Facultad de Ciencias Políticas y Sociales

Ella tenía hambre de amor y le ofrecimos tranquilizantes. 
Para la tristeza de no ser santos 
 

 

 

se le recomendó el Psicoanálisis. 

Recuerda Señor su creciente pavor a la cámara 
y el odio al maquillaje -insistiendo en maquillarse en cada escena- 
y cómo se fue haciendo mayor el horror 
y mayor la impuntualidad a los estudios. 
 
Como toda empleadita de tienda 
soñó ser estrella de cine. 
Y su vida fue irreal como un sueño que un psiquiatra interpreta y archiva. 
 
Sus romances fueron un beso con los ojos cerrados 
que cuando se abren los ojos
se descubre que fue bajo reflectores 
¡y se apagan los reflectores! 
y desmontan las dos paredes del aposento (era un set cinematográfico) 
mientras el Director se aleja con su libreta  
porque la escena ya fue tomada. 
O como un viaje en yate, un beso en Singapur, un baile en Río 
la recepción en la mansión del Duque
y la Duquesa de Windsor 
vistos en la salita del apartamento miserable. 
 
La película terminó sin el beso final. 
La hallaron muerta en su cama con la mano en el teléfono. 
Y los detectives no supieron a quién iba a llamar. 
 
Fue 
como alguien que ha marcado el número de la única voz amiga 
y oye tan sólo la voz de un disco que le dice: WRONG NUMBER 
O como alguien que herido por los gangsters 
alarga la mano a un teléfono desconectado. 
 
Señor 
quienquiera que haya sido el que ella iba a llamar 
y no llamó (y tal vez no era nadie 
o era Alguien cuyo número no está en el Directorio de los Ángeles) 
¡contesta Tú el teléfono!