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Facultad de Ciencias Políticas y Sociales
A los dirigentes les pido: sean
creativos y nunca pierdan el arraigo
a lo cercano, porque el padre de
la mentira sabe usurpar palabras
nobles, promover modas intelectuales
y adoptar poses ideológicas, pero,
si ustedes construyen sobre bases
sólidas, sobre las necesidades reales y
la experiencia viva de sus hermanos,
de los campesinos e indígenas, de los
trabajadores excluidos y las familias
marginadas, seguramente no se van
a equivocar.
La Iglesia no puede ni debe estar
ajena a este proceso en el anuncio
del Evangelio. Muchos sacerdotes
y agentes pastorales cumplen una
enorme tarea acompañando y
promoviendo a los excluidos de todo
el mundo, junto a cooperativas,
impulsando emprendimientos, cons-
truyendo
viviendas,
trabajando
abnegadamente en los campos de
salud, el deporte y la educación.
Estoy convencido que la colaboración
respetuosa con los movimientos
populares puede potenciar estos
esfuerzos y fortalecer los procesos de
cambio.
Y tengamos siempre en el
corazón a la Virgen María, una
humilde muchacha de un pequeño
pueblo perdido en la periferia de un
gran imperio, una madre sin techo
que supo transformar una cueva de
animales en la casa de Jesús con unos
pañales y una montaña de ternura.
María es signo de esperanza para los
pueblos que sufren dolores de parto
hasta que brote la justicia. Yo rezo a
la Virgen María, tan venerada por el
pueblo boliviano para que permita que
este Encuentro nuestro sea fermento
de cambio.
3. Tercero. Por último quisiera que
pensemos juntos algunas tareas
importantes para este momento
histórico, porque queremos un
cambio positivo para el bien de todos
nuestros hermanos y hermanas.
Eso lo sabemos. Queremos un
cambio que se enriquezca con
el trabajo mancomunado de
los gobiernos, los movimientos
populares y otras fuerzas sociales.
Eso también lo sabemos. Pero no
es tan fácil definir el contenido
del cambio –podría decirse–, el
programa social que refleje este
proyecto de fraternidad y justicia
que esperamos; no es fácil de
definirlo. En ese sentido, no esperen
de este Papa una receta. Ni el Papa
ni la Iglesia tienen el monopolio
de la interpretación de la realidad
social ni la propuesta de soluciones
a problemas contemporáneos. Me
atrevería a decir que no existe una
receta. La Historia la construyen las
generaciones que se suceden en
el marco de pueblos que marchan
buscando su propio camino y
respetando los valores que Dios
puso en el corazón.
Quisiera, sin embargo, proponer
3 grandes tareas que requieren el
decisivo aporte del conjunto de los
movimientos populares.