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Revista Espacios Políticos
al otro para movernos juntos. Esa
emoción hecha acción comunitaria
no se comprende únicamente con la
razón: tiene un plus de sentido que
sólo los pueblos entienden y que da
su mística particular a los verdaderos
movimientos populares.
Ustedes viven cada día
empapados en el nudo de la tormenta
humana. Me han hablado de sus
causas, me han hecho parte de sus
luchas, ya desde Buenos Aires, y yo
se lo agradezco. Ustedes, queridos
hermanos, trabajan muchas veces
en lo pequeño, en lo cercano, en la
realidad injusta que se les impuso y a
la que no se resignan, oponiendo una
resistencia activa al sistema idolátrico
que excluye, degrada y mata. Los he
visto trabajar incansablemente por
la tierra y la agricultura campesina,
por sus territorios y comunidades,
por la dignificación de la economía
popular, por la integración urbana
de sus villas y asentamientos, por la
autoconstrucción de viviendas y el
desarrollo de infraestructura barrial,
y en tantas actividades comunitarias
que tienden a la reafirmación de
algo tan elemental e innegablemente
necesario como el derecho a las “tres
T”: tierra, techo y trabajo.
Ese arraigo al barrio, a la tierra,
al oficio, al gremio, ese reconocerse
en el rostro del otro, esa proximidad
del día a día, con sus miserias, porque
las hay, las tenemos, y sus heroísmos
cotidianos, es lo que permite ejercer el
mandato del amor, no a partir de ideas
o conceptos sino a partir del encuentro
genuino entre personas. Necesitamos
instaurar esta cultura del encuentro,
porque ni los conceptos ni las ideas
se aman. Nadie ama un concepto,
nadie ama una idea; se aman las
personas. La entrega, la verdadera
entrega surge del amor a hombres y
mujeres, niños y ancianos, pueblos
y comunidades… rostros, rostros y
nombres que llenan el corazón. De
esas semillas de esperanza sembradas
pacientemente en las periferias
olvidadas del planeta, de esos brotes
de ternura que lucha por subsistir en
la oscuridad de la exclusión, crecerán
árboles grandes, surgirán bosques
tupidos de esperanza para oxigenar
este mundo.
Veo con alegría que ustedes
trabajan en lo cercano, cuidando
los brotes; pero, a la vez, con una
perspectiva más amplia, protegiendo
la arboleda. Trabajan en una
perspectiva que no sólo aborda
la realidad sectorial que cada uno
de ustedes representa y a la que
felizmente está arraigado, sino que
también buscan resolver de raíz los
problemas generales de pobreza,
desigualdad y exclusión.
Los felicito por eso. Es impres-
cindible que, junto a la reivindicación
de sus legítimos derechos, los pue-
blos y organizaciones sociales cons-
truyan una alternativa humana a la
globalización excluyente. Ustedes son
sembradores del cambio. Que Dios les
dé coraje, les dé alegría, les dé per-
severancia y pasión para seguir sem-
brando. Tengan la certeza que tarde
o temprano vamos a ver los frutos.