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Facultad de Ciencias Políticas y Sociales
1. Primero de todo, empecemos re-
conociendo que necesitamos un
cambio. Quiero aclarar, para que
no haya malos entendidos, que ha-
blo de los problemas comunes de
todos los latinoamericanos y, en
general, también de toda la huma-
nidad. Problemas que tienen una
matriz global y que hoy ningún Es-
tado puede resolver por sí mismo.
Hecha esta aclaración, propongo
que nos hagamos estas preguntas:
- ¿Reconocemos, en serio, que
las cosas no andan bien en
un mundo donde hay tantos
campesinos sin tierra, tantas
familias sin techo, tantos
trabajadores
sin
derechos,
tantas personas heridas en su
dignidad?
- ¿Reconocemos que las cosas
no andan bien cuando estallan
tantas guerras sin sentido y la
violencia fratricida se adueña
hasta de nuestros barrios?
¿Reconocemos que las cosas
no andan bien cuando el suelo,
el agua, el aire y todos los
seres de la creación están bajo
permanente amenaza?
Entonces, si reconocemos esto,
digámoslo sin miedo: necesitamos y
queremos un cambio.
Ustedes –en sus cartas y en
nuestros encuentros– me han relatado
las múltiples exclusiones e injusticias
que sufren en cada actividad laboral,
en cada barrio, en cada territorio.
Son tantas y tan diversas como tantas
y diversas sus formas de enfrentarlas.
Hay, sin embargo, un hilo invisible
que une cada una de las exclusiones.
No están aisladas, están unidas por un
hilo invisible. ¿Podemos reconocerlo?
Porque no se trata de esas cuestiones
aisladas. Me pregunto si somos
capaces de reconocer que esas
realidades destructoras responden a
un sistema que se ha hecho global.
¿Reconocemos que ese sistema ha
impuesto la lógica de las ganancias
a cualquier costo sin pensar en la
exclusión social o la destrucción de la
naturaleza?
Si esto es así, insisto, digámoslo
sin miedo: queremos un cambio, un
cambio real, un cambio de estructuras.
Este sistema ya no se aguanta, no lo
aguantan los campesinos, no lo
aguantan los trabajadores, no lo
aguantan las comunidades, no lo
aguantan los pueblos…
Y tampoco lo aguanta la Tierra,
la hermana madre tierra, como decía
San Francisco.
Queremos un cambio en
nuestras vidas, en nuestros barrios,
en el pago chico, en nuestra realidad
más cercana; también un cambio
que toque al mundo entero porque
hoy la interdependencia planetaria
requiere respuestas globales a los
problemas locales. La globalización
de la esperanza, que nace de los
Pueblos y crece entre los pobres,
debe sustituir a esta globalización de
la exclusión y de la indiferencia.