expectativas, la que lleva a tomar
la opción de que la pobreza no
importa, más aún, que es culpa de
las poblaciones empobrecidas, que
serían humanamente inferiores. Pero
es imprescindible llevar adelante
esta lucha humanamente, con un
materialismo
humanista
(parte
de una auténtica espiritualidad),
que tenga como finalidad la opción
de responder urgentemente a las
necesidades fundamentales de los
más de ciento cincuenta millones de
pobres del continente, entre ellos los
nuestros centroamericanos, y ponga
al mismo tiempo los cimientos para
una valoración no consumista de la
vida, para un dejar de ser pobres
que no conlleve mayoritariamente
el deseo de llegar a ser ricos
insolidarios.
Conclusión
No es posible ser de izquierdas
sin repensar el mundo. Y tampoco sin
tener voluntad política de un cambio de
estructuras. Y no es posible tampoco
ser de izquierdas sin tener voluntad
política de un cambio en los corazones
y en la práctica de las personas.
Difícilmente será de izquierda en la
práctica quien conciba el avance de
la sociedad o progreso como alcance
de la misma forma de riqueza que
caracteriza al capitalismo. Sabemos
cómo Ignacio Ellacuría empleó el
aforismo kantiano de que lo voluntario
que no puede ser “principio de una
legislación universal” tampoco puede
ser moral, y ni siquiera humano:
“El ideal práctico de la civilización
occidental no es universalizable, ni
siquiera materialmente, por cuanto
no hay recursos materiales en la
tierra” que permitan a más del 75%
de la humanidad vivir como lo hace
menos del 25% de ella
26
.
Difícilmente será de izquierda
en la práctica quien personalmente
y en su familia se haya adentrado
por las rutas del “fetichismo de las
mercancías”, que hoy llamamos
más suave y comprensiblemente
consumismo (presente en el barrio
donde aspira a vivir, en la casa que
aspira a comprar, alquilar o construir,
en la marca de carro que aspira a
manejar, en los juguetes electrónicos
que aspira a comprar para sus hijos e
hijas, etc., etc.). O difícilmente será
de izquierda una persona que le es
infiel a su pareja, mucho más si anda
pasando la vida de pareja en pareja.
Porque, ¿no será bien difícil ser fiel
a la gente pobre si no se puede ser
fiel a la propia pareja? Obviamente
no se trata de juzgar aquí las
incompatibilidades
que
pueden
llevar a la separación. No se trata
de moralismos, sino de estructuras
humanas y humanizadoras de la
personalidad, en las cuales se enraíce
la voluntad de estructuras sociales
nuevas.
Así podremos celebrar la
profunda afirmación de que “otro
mundo es posible”, luchando por una
relación mucho más seria entre las
raíces de la fraternidad y la igualdad
con las opciones por la justicia y la
libertad o mejor por la liberación, que
incluye las dos y tiene la aspiración de
convertirlas en raíces universalmente
humanas.
26 Ellacuría…, “Utopía…”, en Mysterium…, op.cit.,
pp. 406-407.