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Revista Espacios Políticos
decir de los impuestos, han quebrado
por el momento las expectativas
levantadas por el keynesianismo.
Toca a las izquierdas adentrarse por
los caminos de investigación y de
puesta en práctica de una articulación
entre mercado y Estado que resulte
humanizadora y no deshumanizante,
sabiendo que tiene en contra todo
el rumbo actual de la economía
dominante en el mundo, y que, sin
embargo, los años de Lula en Brasil
y del Frente Unido en Uruguay,
así como la dirección fundamental
de los gobiernos de Correa en
Ecuador y de Morales en Bolivia
muestran posibilidades históricas
esperanzadoras.
Insertarse en la globalización
favoreciendo como un paso
absolutamente necesario la
integración centroamericana
(SICA) y su vinculación con los
diversos focos de cooperación
latinoamericana (MERCOSUR,
UNASUR, Comunidad Andina,
ALBA, CARICOM, Grupo De Río,
Confederación del Pacífico, etc.)
para tratar de negociar desde la
unidad latinoamericana con los
otros focos internacionales
Es poco probable que América
Latina pueda ser interlocutora seria
y relativamente autónoma en el
concierto mundial si no logra hablar
y negociar con una sola voz. Desde
Centroamérica, la izquierda política
tiene una tarea fundamental:
dejar de jugar con la integración
centroamericana. Únicamente países
centroamericanos
que
no
solo
permitan, sino que favorezcan el
movimiento libre de personas a través
de sus fronteras, pueden pensar en ir
construyendo un istmo más influyente
en los asuntos latinoamericanos y
contribuir a la superación de esa
fuente de poder que es “el intercambio
desigual”.
Sin embargo, es muy difícil lle-
gar a esta mayor unificación y poder
de interlocución mientras los gobier-
nos no tengan la valentía de liderar
la apertura de las culturas naciona-
les, por ejemplo fomentando en Cos-
ta Rica la solidaridad con sus vecinos
y en Guatemala combatiendo el ra-
cismo interno contra los indígenas. La
insolidaridad costarricense, producto
del “nosotros somos diferentes y no
podemos centroamericarnos”, y el ra-
cismo guatemalteco, que no puede
ni siquiera reconocerse como tal, son
modelos terribles de caminos autosu-
ficientes condenados al aislamiento.
Una de las grandes riquezas que
empieza a redescubrirse en América
Latina, la riqueza dependiente de la
extracción, bien sea minera, de gas
o petrolera, significa una fuerza de
contradicción. Hay países, como Perú,
totalmente volcados a una política
estatal de extracción, hay países como
El Salvador que se atreven a declarar
una moratoria en la extracción y
países como Costa Rica que legislan
en contra de la minería a cielo abierto.
No se ve claro que los gobernantes
en América Latina recojan el desafío
del proyecto bolivariano (que no tiene
únicamente el rostro de Chávez).
Sin mayor unidad latinoamericana
no será posible ser una fuerza de
interlocución global a partir de los
intereses de las grandes mayorías.