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Revista Espacios Políticos
del ser humano es tomar en serio a
la realidad. Hoy en día la destrucción
progresiva de nuestro eco-sistema, la
indiferencia que hemos tenido ante el
deterioro ecológico, la superficialidad
y cinismo con el que se priva la vida
de cualquier ser humano, nos está
diciendo que la humanidad no se ha
hecho cargo de la realidad; que no ha
caído en la cuenta de la gravedad del
tema y de las consecuencias terribles
que de ahí se desprenden.
Pero, si asumimos el primer
presupuesto, entonces tendremos que
asumir el segundo que implica bajar
al concreto, asumir las consecuencias
de la opción anterior. “Hacernos
cargo de la realidad”, nos lleva
necesariamente a “encargarnos de
ella”; nos lleva a concretar las acciones
reales con las que responderemos a
esta conciencia asumida en el primer
momento: es justo la concreción de
la opción ética, resultado del primer
momento que implica el poner al
servicio de las situaciones históricas
todo el peso de la inteligencia
universitaria. Encargarnos de ella
es sumamente serio; es ponernos
delante de los grandes retos que
la humanidad actual en su realidad
histórica concreta nos está arrojando
al rostro y responder propositiva y
comprometidamente para dar una
respuesta creativa y eficaz. Por tanto,
el saber universitario puramente
teórico carece de sentido. Como él
mismo lo afirmó
…la teoría no se sostiene
por sí misma, si no busca dar
soluciones a la realidad, de
manera que se logre una dialéctica
y un equilibrio entre la acción y el
pensamiento
11
.
Sin embargo, esto no conclu-
ye aquí, para la filosofía zubiriana. El
que ha dado los dos primeros pasos,
como lo hizo Ellacuría, tendrá que
asumir el tercero: la realidad es algo
con lo que hemos de cargar. No es fá-
cil esta invitación a cargar con lo real.
Mantener la fidelidad a la verdad, a la
realidad, cueste lo que cueste, impli-
ca una carga; aunque, a lo largo de la
vida, es lo único que puede realizar-
nos; que puede hacernos verdadera-
mente plenos, humanos, completos;
en una palabra, es la fidelidad a Dios,
como realidad última, absolutamente
absoluta, que clama en las cosas rea-
les con gritos de libertad y de justicia.
Ese Dios, que visto desde el Evangelio
es el Dios de los pobres, fue a quien
Ignacio Ellacuría se entregó sin con-
diciones, con una fidelidad sellada
por la muerte. Hizo una “probación
de realidad” hasta sus últimas con-
secuencias. “Cargar con la realidad”
es la opción que queda flotando en el
horizonte de todos aquellos que han
querido tomar en serio la vida, aún
a costa de la suya propia. Las balas
de aquella fatídica noche aún resue-
nan en nuestro interior, consecuencia
de un estilo de vida fiel a la realidad,
de Ellacuría y sus compañeros y com-
pañeras mártires. Los arrancaron la
vida, pero no su espíritu. Quisieron
destruir su inteligencia, pero esa que-
dó intacta.
11 Ellacuría, I, S.J. Universidad y Política. Revista
de Estudios Centroamericanos, núm. 383 (1980).
Pontificia Universidad Javeriana. Orientaciones
Universitarias, núm. 2, Santa Fe de Bogotá
(1999): 33-58.