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Revista Espacios Políticos
una Unión Europea hegemonizada
por Alemania con los Estados Unidos,
como todo esto depende de “poner a
Rusia fuera de juego”, esto también
permite pensar que si Moscú se
mantiene como actor importante,
el conflicto Washington/Berlín que
Todd avizora tampoco sucedería. O
sea que el fortalecimiento de Rusia
debe ser visto como algo positivo,
dado que para evitar el estallido de
ese conflicto latente de largo plazo
Washington/Berlín, se necesita a
Moscú como factor de equilibrio.
El rechazo de Angela Merkel a una
“solución militar” en Ucrania y su
papel de mediadora en el conflicto
-al lado de Francia- son del todo
congruentes con este enfoque.
Lo
anterior
implica
que
recuperar el Derecho Internacional
con la puesta en marcha de un
proceso de paz de largo aliento -que
vaya más allá del cese al fuego-
es fundamental. El realismo, por
supuesto, debería guiar el retorno
al equilibrio (vía neutralidad) como
la fórmula más adecuada para
desvanecer los temores de Moscú.
Ese sería, indudablemente el camino
más apropiado a seguir por todos los
actores involucrados en el conflicto.
Conclusiones
Partiendo de lo aseverado por
John Mearsheimer en su artículo de
Foreign Affairs, que responsabiliza
a Occidente por la rebelión de los
separatistas prorrusos en Ucrania, en
la medida en que fue el derrocamiento
del presidente Yanukovytch lo que
condujo tanto a la reintegración/
anexión de Crimea a Rusia como al
estallido del conflicto armado, hemos
examinado de qué manera el proceso
de expansión hacia los antiguos países
del bloque comunista (tanto de la
OTAN como de la Unión Europea) fue
determinante de la percepción rusa
de encontrarse bajo cerco militar.
Para Moscú, la OTAN, su
adversario del período 1947-1989 de
la guerra fría, no ha dejado de serlo
(debido a la bipolaridad nuclear que
subsiste) y constituye esencialmente
una fuerza amenazante para un
territorio cuya geografía carece de
fronteras naturales, ya que se trata
de un espacio llano por el que han
penetrado fuerzas invasoras a lo largo
de su milenaria historia, tanto desde
el oriente (las hordas asiáticas, los
tártaros, los mongoles) como desde
occidente, tal y como ocurrió con
las tropas napoleónicas durante el
siglo XIX y las divisiones del ejército
alemán, durante las dos grandes
guerras mundiales del siglo pasado.
Estados Unidos, en cambio, posee las
fronteras naturales de dos grandes
océanos, mientras que por el norte
y por el sur, Canadá y México, no
constituyen amenaza alguna, no sabe
lo que es ser atacado por potencia
enemiga alguna.
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Esta manera de ver las cosas
es compartida por el académico ruso
Alexander Lukin quien agrega, en
otro orden de ideas, que Occidente
no debería sentir temor alguno de
Rusia, que Moscú no está tratando
39 Salvo el ataque japonés de Pearl Harbor du-
rante la Segunda Guerra Mundial, pero que no
fue contra territorio continental sino contra las
islas de Hawai, a mitad del océano Pacífico.