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Revista Espacios Políticos
“intervencionismo humanitario” fue
exitoso en los Balcanes, a pesar de la
geografía, de la no utilización de tropas
sobre el terreno, de no contar con la
bendición del Consejo de Seguridad
de Naciones Unidas y de que todavía
habrían de pasar varios años antes
de que se entregara a criminales
de guerra -como Radovan Karadzic
o el general Ratko Mladic- para ser
juzgados. Esto último, por cierto, fue
parte de las condiciones sine qua non
de la Unión Europea para considerar
seriamente, la candidatura de Serbia
para su ingreso a la Unión
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.
Un amplio espectro de
grupos sociales e intelectuales en
Estados Unidos fue favorable a las
intervenciones humanitarias dado
el tipo de conflictos armados que
se habían vivido en ese fin de siglo,
cuando todavía el terrorismo no
mostraba sus garras. Los cascos
azules de Naciones Unidas se habían
puesto en evidencia como inefectivos,
tanto en Ruanda como en Bosnia,
y esto contribuyó a la prevalencia
de la mentalidad favorable al
intervencionismo con motivaciones
humanitarias. A ello deben agregarse
los resultados relativamente exitosos
de la intervención de Occidente en la
antigua Yugoeslavia, pues se puso fin
a la guerra, se llevó a juicio en La Haya
a numerosos presuntos criminales,
se estabilizó considerablemente
15 Recordemos que hasta ahora, solo han sido
aceptados como miembros de la UE Eslovenia y
Croacia. El resto de países balcánicos todavía se
encuentran en la lista de espera, incluyendo Ko-
sovo, cuya independencia no es unánimemente
reconocida aún dentro de los países occidentales
y constituye un caso al que recurre Rusia para
justificar, por ejemplo, la validez del referéndum
de Crimea.
la situación política en Eslovenia y
Croacia, se logró detener el estallido
que parecía inminente en Macedonia;
Serbia organizó elecciones y respetó
la separación pacífica de Montenegro.
Solo la situación de Kosovo
(cuya independencia no es reconocida
por Serbia, tampoco por una
mayoría de Estados latinoamericanos
incluyendo a España, ni por Rusia,
China, la India, Irán y los Estados
de Asia central y del Cáucaso bajo
influencia rusa) continúa siendo un
foco de inestabilidad en la región.
Lo anterior, más el atentado
a las Torres Gemelas en Nueva York,
condujeron a la intervención de la
OTAN en Afganistán, lo cual explica
-no justifica- lo acaecido en Irak en
2003. Entonces, el presidente Bush
decidió invadir aquel país, con base
en una decisión unilateral de su
administración, que no contó con la
aprobación del Consejo de Seguridad.
Tampoco tuvo base de sustentación
legal alguna, pues Sadam Hussein
no poseía las armas de destrucción
masiva que Washington le acusaba
de poseer.
La intervención norteamericana
constituyó una victoria pírrica, pues
abrió la caja de Pandora del terrorismo
y la guerra civil interna. Como señala
apropiadamente Robert Kaplan, si
bien en los Balcanes se trataba de
intervenir en la parte más desarrollada
de los antiguos imperios habsburgo
y otomano -lo que probablemente
influyó para que la situación no se
degradara y lograra recomponerse-,
en el caso de Irak, se trataba de la