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Facultad de Ciencias Políticas y Sociales
de EE UU imprimió millares de copias
de los decretos y pagó agentes para
su distribución. Turbas mercenarias
ayudaban a militantes del partido
comunista Tudeh a demoler estatuas
del Shah. El 18 de agosto regreso de
Suiza el mbajador norteamericano
Loy Henderson y pidió a Mossadeq
que enviase a casa a los partidarios
suyos que manifestaban en las calles,
porque de lo contrario evacuaría a
todos los residentes norteamericanos.
Mossadeq cayó en la trampa y sacó a
su gente de las calles.
El 19 de agosto los periódicos
iraníes publicaron los decretos del
Shah con el nombramiento de Zahedi.
Tropas leales al Shah escoltaron a una
turba organizada por los hermanos
Rashidian. El modo era singular:
armaron un espectáculo ambulante
de circo que atraía gente, mientras
tanto los actores gritaban consignas
a favor del Shah y regalaban billetes
de diez riales. En otros lugares,
grupos mercenarios armados de
garrotes, destrozaban las sedes
del Frente Nacional y agentes de la
CIA pegaban retratos del Shah en
automóviles y muros.
En la tarde las turbas ocuparon
el Ministerio de Relaciones Exteriores
y la Central de Policía. Lo más
importante fue la toma de la Estación
de Radio y de la Central de Telégrafos
-doctrina Malaparte- desde donde
se victoreaba el alzamiento y se
exaltaba al Shah. Tanques Sherman
rodearon la sede del gobierno de
Mossadeq, que escapó por los techos.
Al otro día Zahedi se presentó a bordo
de un tanque en Radio Teherán y allí
se proclamó primer ministro. El golpe
costó la vida a cerca de trescientas
personas, según el New York Times.
Las turbas aclamaban a Zahedi, al
Shah y gritaban “America Zindabad!”
(Viva América).
Entre un trago y otro
En la segunda postguerra, las
conspiraciones norteamericanas en
el Cercano Oriente se tejían desde
el Bar del Hotel Saint George, en
Beirut; según memorias de agentes
famosos, como Miles Copeland (The
game player). El hilo conductor era
el oleoducto transarábico (Tapline)
que debía unir los pozos de la Ara-
mco en Arabia Saudita con el Medi-
terráneo. Eso resultó en epidemia
de golpes militares. En Siria, en
1949, hubo tres y otros en 1954 y
1970; en Egipto en 1952 y en 1956;
en Irak en 1958. Con la crisis del
Canal de Suez en 1956, Gran Bre-
taña quedó fuera del mundo árabe.
Estados Unidos creó la doctrina Ei-
senhower, que asistía a los árabes
que resistieran la amistad del Egip-
to de Gamal Abdel Nasser o de la
Unión Soviética.
Se brindó por golpes de Estado
también en otras partes. En América
Latina, los casos más notorios
son: Arbenz en Guatemala, Peron
en Argentina, Vargas en Brasil,
Arosemena en Ecuador, Goulart en
Brasil, Rojas Pinilla en Colombia,
Bosh en Dominicana, Estenssoro en
Bolivia, Allende en Chile, Bordaberry
en Uruguay. En Asia, África y
Europa también hubo víctimas:
Congo, Sur Corea,Vietnam del Sur,
Grecia, Ghana, Indonesia, la lista es
muy larga.