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Facultad de Ciencias Políticas y Sociales

a Benito Mussolini, la formación del 
gobierno y legalizó el golpe.

La estrategia es la de siempre: 

concentrar las fuerzas en el punto 
más sensible del adversario, que en 
un Estado moderno son los servicios 
públicos y los medios de comunicación.

Las debilidades del Estado 
moderno

El problema central del Estado 

moderno es la representación de la 
voluntad popular. Con los sistemas 
actuales de sufragio periódico, el 
elector delega su voluntad política 
con el voto y la soberanía popular 
se desplaza a sus representantes. 
En realidad, se desplaza a los 
partidos políticos, que suelen ser 
poco democráticos y por eso vemos 
perpetuarse las camarillas de los 
mismos en el poder, jugando a las 
sillas ministeriales.

Esa perversión existe por la 

pérdida del sentido comunitario, que es 
la base implícita de la representación; 
en su lugar ahora se consulta a 
masas 

desconectadas, 

amorfas, 

fáciles de manipular, como dice José 
Ortega y Gasset en “La Rebelión de 
las Masas”. La representación y la 
base social amorfa, promueven una 
clase de políticos profesionales que 
se constituye en una oligarquía que 
defiende por igual intereses propios 
o de particulares, en un clima de 
confusión irresponsable, como dice 
Alain de Benoit. Son gobiernos elegidos 
que no trabajan por los intereses de 
la gente y del país; son gobiernos 
de partidocracia, como ya decían en 
los 60 Giuseppe Maranini, Georges 

Burdeau, Maurice Duverger y otros 
sociólogos políticos. La partidocracia 
siempre servirá intereses propios 
y no de esa mayoría que engatusa 
con cuentos ideológicos, slogans, 
promesas mentirosas y onerosos 
espectáculos de movilización.

En el estado moderno, las 

telecomunicaciones son el principal 
instrumento para orientar esa opinión 
pública informe y llevarla hacía los 
objetivos que se desean, al punto de 
que se convirtieron en importante 
arma de guerra. Arma para la 
guerra cultural y psicológica, la de 
desinformación y propaganda; cuyo 
último frente operativo son Internet y 
las redes sociales.

Los golpes de Estado desde la 
Segunda Guerra Mundial

Antes de la Primera Guerra 

Mundial, la política imperialista de 
Gran Bretaña y Francia solía cam-
biar los gobiernos hostiles median-
te intervención militar. Los Estados 
Unidos cultivaron siempre, sobre 
todo en América Latina, el golpe de 
Estado militar. A partir de la Segun-
da Guerra Mundial la técnica cambio 
y se comenzó a derrocar gobiernos 
elegidos por sufragio, organizando 
turbas que le dan al golpe un as-
pecto de rebelión popular. También 
se comienza a llamar al golpe de 
Estado con el más aséptico térmi-
no de “cambio de régimen”, porque 
se usa decir régimen a un gobierno 
que se eterniza en el poder sin ce-
lebrar elecciones.

Un golpe de Estado bien 

documentado, 

que 

muestra 

la