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Facultad de Ciencias Políticas y Sociales
con la oligarquía internacional. Aun
con sus rasgos particulares marcados
por la historia y la cultura del país,
no se debe descartar el uso del
nacionalismo algo exacerbado ruso
para exportar la crisis interna o
canalizar el descontento de sectores
más
desfavorecidos,
desde
un
discurso populista (Ver Putin: entre la
paz, la Santa Rusia y la homofobia).
Según el Partido Comunista de Ru-
sia (prohibido por Yeltsin en 1991, lega-
lizado en 1993, y hoy la segunda fuerza
política del país), la tasa de pobreza ha
subido al 12,2 % en 2013, un punto
más que el año anterior (en EE.UU. esta
tasa es del 15 % y en España, del 21
%). Unas cifras que no deben menos-
preciar el gran trabajo de los rusos por
levantarse del duro golpe de la desin-
tegración de la URSS y las políticas de
Yeltsin y compañía, que dejaron al 33,5
% de la población (49 millones de per-
sonas) en una escandalosa pobreza.
El índice de crecimiento
económico cayó del 3,4 % en 2012 al
1,6 % en 2013.
Los comunistas que acaban
de ganar la alcaldía de Novosibirsk,
la tercera ciudad más grande del
país, denuncian la enfermedad
holandesa de la economía del país:
la dependencia de la economía a las
exportaciones de hidrocarburo (un
70 % del total en 2012) y que solo
un tercio de las ganancias llega a
las arcas públicas. El resto se queda
en las cuentas de los empresarios
nacionales y extranjeros y a esta
cifra se añaden los 50 000 -70 000
millones que son extraídos del país
por la “fuga de capitales”.
El PC, que ha apoyado el dere-
cho de Crimea a la libre determina-
ción así como la restauración volun-
taria de la Unión Soviética, denuncia
el abandono de unos 40 millones de
hectáreas cultivables que han hecho
desaparecer pueblos enteros y que la
agricultura representa solo el 4,4 %
del PIB. En la Rusia emergente y de
grandes magnates, la esperanza de
vida es de 70 años, ocupando la posi-
ción 97 entre 180 países. Las políticas
sociales del gobierno siguen siendo
insuficientes, aunque el nivel de vida
ha mejorado respecto a la década de
los noventa.
Más presión a Rusia la empujará
hacia una política exterior agresiva y
a un ascenso de la ultraderecha en
Rusia y en Europa.
Puede que el perfil de Putin sea
idóneo para una nación en ascenso y
el de Obama, para una en decadencia,
aunque lo único seguro es que
estamos ante el fin del “Nuevo Orden
Mundial” de Bush y que la geopolítica
tiene una naturaleza cambiante. Solo
se puede hablar de tendencias.