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Facultad de Ciencias Políticas y Sociales

El P. Ibisate, otro clásico de nuestras 
universidades, solía decir al hablar de 
algunos egresados que “pasaron por 
la Universidad, pero la Universidad 
no pasó por ellos”. Incluso nuestros 
servicios, a la empresa o al Estado, 
deben encontrar la manera de llevar 
nuestro propio sello.

El conocimiento y la investigación 

no son neutras, y menos en una región 
como la nuestra que está caracterizada 
por tener índices de desigualdad que 
están entre los más altos del mundo. 
La universidad jesuita o ignaciana tiene 
que ser necesariamente liberadora en 
unas sociedades donde las estructuras 
sociales son con frecuencia injustas. 
Así como la capacidad efectiva de 
fuego marca la letalidad de una 
guerra, en esta guerra no armada de 
“los poderosos contra los débiles”, la 
letalidad se mide por la pobreza y por 
la desigualdad existente. La excelencia 
académica, si bien no puede olvidarse ni 
marginarse, debe complementarse con 
la conciencia de la realidad, el espíritu 
crítico y el desarrollo de las actitudes 
solidarias transformadoras. Aunque 
es cierto que la calidad de nuestras 
universidades depende de nuestros 
propios docentes e investigadores, la 
calidad debe siempre ir acompañada 
de una claridad mental y analítica que 
ponga el saber al servicio del buen 
hacer solidario y equitativo. Ellacuría 
insiste en que toda labor universitaria 
debe estar “orientada y animada por 
una clara intencionalidad política, que 
no desfigure la tecnicidad de la labor 
universitaria, pero sí la obligue a optar 
y orientarse por una opción política 

No. 53.

fundamental”

41

. Evidentemente se 

habla ahí de una opción no partidista, 
que implica investigación, diálogo, 
compromiso y acompañamiento en 
la lucha de quienes sufren una clara 
exclusión o marginación que golpea su 
dignidad humana.

La responsabilidad de ser una 

universidad liberadora tiene sus 
obstáculos. Unas veces en su propia 
estructura excesivamente vertical, 
que tiende a reproducir formas de 
autoritarismo tradicionales. La escasa 
valoración de la investigación, tanto 
de parte del estado como de la 
empresa, la valoración predominante 
de la calidad profesional técnica, 
que excluye la investigación, los 
aspectos culturales de nuestros 
países que tienden a enmascarar 
las responsabilidades sociales y a 
ideologizar la realidad, o incluso 
la carencia de una visión unitaria 
del mundo y de la propia realidad 
pueden crear divisiones y dificultar 
un trabajo en común. La soberbia del 
saber, creyendo que el conocimiento 
convierte en superiores a las personas, 
inhibe 

una 

verdadera 

actitud 

liberadora y crea una clara deriva 
hacia un paternalismo conservador. 
La Universidad de inspiración cristiana 
necesita enfrentar la realidad del 
mundo desde una visión liberadora. 
Un mundo que separa, que divide 
entre ricos y pobres, sabios e 
ignorantes, hombres y mujeres, ricos 
y pobres, superiores e inferiores, y 
asigna en la práctica grados diversos 
de dignidad, bienestar, oportunidades 
y futuro, tiene necesariamente que 

41 Ellacuría, Ignacio. (1999). 

 Ellacuría, Ignacio. (1999). Escritos 

Universitarios. p. 95. San Salvador.