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Revista Espacios Políticos
pobreza y la desigualdad, contra la
violencia y la manipulación de las
conciencias, debe tener como base el
afán de desarrollo personal y social
coherente con los derechos humanos
y con la búsqueda del desarrollo de
las capacidades humanas. El pleno
desarrollo de las capacidades de
nuestra gente y la integración de las
mismas en una convivencia social
solidaria son el camino imprescindible
para conseguir nuestros ideales. Los
Ejercicios Espirituales se convierten
en este contexto en el instrumento de
acercamiento mutuo entre jesuitas y
laicos y en la forja de un mismo sentir
y vivir la misión universitaria.
Podemos desde estas ideas
repensar diversos niveles de
colaboración. Y ciertamente hacerlo
desde la vocación laical, no desde el
intento de crear “minijesuitas”. Se
trata en definitiva de sumar esfuerzos,
desde la buena voluntad, los
derechos humanos, la generosidad,
el reconocimiento inspirador de los
evangelios y el camino ignaciano
medido desde la integración fe-
justicia. La Universidad jesuita no
discrimina, sino que suma y añade,
siempre los ojos puestos en el fin
de humanizar nuestras sociedades
y personas. Sabiendo que la
humanización máxima culmina en la
persona de Jesucristo, pero sabiendo
unir todos los caminos hacia ese bien
más universal que es una humanidad
reconciliada, justa y solidaria, en la
que toda persona tiene autonomía
para el desarrollo de sus capacidades.
La acción liberadora, la divulgación,
la investigación, la vivencia de
valores, el acompañamiento personal
y el cuidado por el desarrollo integral
del ser humano, son caminos que
se unen en la investigación, la
docencia universitaria, el debate
sobre la realidad y la producción de
conocimiento.
Universidades libres para servir y
liberar
Es cierto que vivimos en una
sociedad donde el mercado tiene una
enorme fuerza. Y que nuestra condición
de universidades privadas conlleva
el peligro de elitismo. La antigua
universidad jesuita era gratuita (se
exigía para iniciar una universidad
la existencia de fundaciones
económicas que las financiaran) y
mantenía unas dependencias que
no pasaban del agradecimiento a los
donantes. Hoy existe el peligro de que
el mercado organice la Universidad.
Y con frecuencia un mercado que no
brilla por su conciencia social ni por
el establecimiento de regulaciones
necesarias para proteger a la persona
contra posibles abusos. Para nosotros
el mercado no puede ser la única razón
por la que hacemos ofertas diversas
de estudio. Aunque lo tengamos en
cuenta, es necesario que incluso las
carreras de mayor mercado tengan
fines en sí mismas que las identifiquen
como camino hacia el desarrollo
equitativo y como generadoras de
actitudes abiertas a las necesidades
de los más pobres y a la justicia. De lo
contrario reproduciríamos fácilmente
la cultura del desecho, como la llama
el papa Francisco, o la “economía que
mata”
40
, por seguir con su discurso.
40 “Hoy tenemos que decir �no a una
“Hoy tenemos que decir �no a una
economía de la exclusión y la inequidad.
Esa economía mata”. Evangelii gaudium.