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Facultad de Ciencias Políticas y Sociales

II. 

 

El hambre es el primero de los conocimientos: 

tener hambre es la cosa primera que se aprende. 

Y la ferocidad de nuestros sentimientos, 

allá donde el estómago se origina, se enciende. 

 

Uno no es tan humano que no estrangula un día 

pájaros sin sentir herida la conciencia: 

que no sea capaz de ahogar en nieve fría 

palomas que no saben si no es de la inocencia. 

 

El animal influye sobre mí con extremo, 

la fiera late en todas mis fuerzas, mis pasiones. 

A veces, he de hacer un esfuerzo supremo 

para acallar en mí la voz de los leones.

 

Me enorgullece el título de animal en mi vida, 

pero en el animal humano persevero. 

Y busco por mi cuerpo lo más puro que anida, 

bajo tanta maleza, con su valor primero. 

 

Por hambre vuelve el hombre sobre los laberintos 

donde la vida habita siniestramente sola. 

Reaparece la fiera, recobra sus instintos, 

sus patas erizadas, sus rencores, su cola. 

 

Arroja los estudios y la sabiduría, 

y te quita la máscara, la piel de la cultura, 

los ojos de la ciencia, la corteza tardía 

de los conocimientos que descubre y procura. 

 

Entonces sólo sabe del mal, del exterminio. 

Inventa gases, lanza motivos destructores, 

regresa a la pezuña, retrocede al dominio 

del colmillo, y avanza sobre los comedores. 

 

Se ejercita en la bestia, y empuña la cuchara 

dispuesto a que ninguno se le acerque a la mesa. 

Entonces sólo veo sobre el mundo una piara 

de tigres y en mis ojos la visión duele y pesa. 

 

Yo no tengo en el alma tanto tigre admitido, 

tanto chacal prohijado, que el vino que me toca, 

el pan, el día, el hambre no tenga compartido 

con otras hambres puestas noblemente en la boca. 

 

Ayudadme a ser hombre: no me dejéis ser fiera 

hambrienta, encarnizada, sitiada eternamente. 

Yo, animal familiar, con esta sangre obrera 

os doy la humanidad que mi canción presiente.