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Revista Espacios Políticos
fronteriza de Gracias a Dios. Esto
es aún más doloroso debido a
que los recursos municipales han
aumentado con la descentralización y
el 10 % del presupuesto estatal. En
los viejos tiempos, antes de que el
conflicto armado llegara a Nentón, los
beneficios de ser alcalde eran tener el
control de la tierra y ser la autoridad.
Esta descripción sugiere que la
frontera fue poblada cada vez más
en los años siguientes, después de
la finalización del conflicto armado,
cuando “la paz y el desarrollo” se
convirtieron en los principales temas
del discurso público hegemónico.
La legibilidad (Scott 1998), el flujo
de información y las estadísticas
del municipio crecieron según las
instituciones centrales del Estado
(aparentemente
al
menos)
8
,
mientras que las personas en los
pueblos expresaban las expectativas
de un nuevo tipo de Estado con
“un gobierno que nos tome en
cuenta, que respete a la gente en
lugar de matarlos, un gobierno
que da su contribución”; como un
excomandante de la patrulla civil,
mencionó
9
. En pocas palabras, un
Estado moderno que se preocupa por
la población, un Estado biopolítico,
más que un Estado necropolítico,
lo que Foucault identifica con la
8 Ver Fondo Nacional para la Paz
(FONAPAZ) los diagnósticos de cada una
de la municipalidades de Huehuetenango a
mediados de los 90.
9 Entrevista en Las Palmas, mayo de 1995.
soberanía (Mbembe 2003, Foucault
2003).
Sin embargo, la autoridad
estatal, se ha visto seriamente
cuestionada por grupos que han
hecho reclamaciones a la autonomía
o derechos, trayendo prácticas
violentas a juego en el nombre de
su “comunidad”. “Aquí estamos al
mando”, como representantes del
pueblo El Aguacate, expresaron en
el contexto de un conflicto por la
tierra con la vecina comunidad de
refugiados que regresaron. Como
parte del conflicto, los miembros
de la comunidad ocuparon
físicamente la tierra, mientras que
otros establecieron controles en
la carretera durante varios días
con el fin de mantener fuera a las
autoridades estatales.
Otro conflicto por la tierra
se llevó a cabo en 1995, entre un
grupo de mozos-colonos quienes
durante la guerra y en la ausencia
de los propietarios, habían estado
cultivando y protegiendo a la finca
privada “como si fuera propia”, y
un grupo de repatriados que habían
logrado comprar parte de las tierras
de los propietarios, con la ayuda de
un programa de crédito financiado
por el Alto Comisionado de las
Naciones Unidas para los Refugiados
(ACNUR). En algún momento, 100-
200 mozos-colonos de las aldeas
fueron al campamento de los
repatriados, “echaron un vistazo a