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Revista Espacios Políticos
conservadora que, hasta cierto punto
reciclaron la política colonial de
relativa protección a las comunidades
indígenas, el nuevo gobierno optó
por una política mucho más activa
en relación a la formación del
Estado con base a y en apoyo de
la expansión de las exportaciones
de café. A lo largo de las siguientes
tres décadas, Barrios y los siguientes
presidentes desarrollaron una
estrategia que pretendía proporcionar
una infraestructura adecuada, tanto
física como administrativa, en apoyo
a la producción de café. Además,
alentaron la transformación de las
empresas y de la tierra (no utilizada,
para convertirla en propiedad
privada) además de movilizar y
controlar la mano de obra para las
plantaciones de café (cf. Cambranes
1985, McGreery1994).
Fue el mismo presidente
Barrios quien autorizó la formación
del municipio de Nentón en 1876,
mediante el cual, el antiguo pueblo
jacalteco, San Benito Nentón, fue
convertido de villa a pueblo, con dos
villas, algunas aldeas, y una serie de
haciendas y fincas privadas dentro
de su jurisdicción. Sin embargo,
la constitución de Nentón forma
parte de un patrón más amplio, el
cual es inherente al régimen liberal:
los municipios de las tierras altas
perdieron reclamo alguno, o el
control sobre las tierras bajas debido
a que los nuevos municipios fueron
establecidos y se creó otra jurisdicción
territorial (McGreery 1994:246).
De la historia contada sobre
Nentón, sabemos que muchas fincas
vecinas fueron establecidas a finales
del siglo XIX,
debido a que el gobierno
liberal concedió títulos a los ladinos de
Chiantla, quienes ayudaron a vencer
a los conservadores. La titulación
de tierras se aceleró bajo el mandato
de Estrada Cabrera, cuando grandes
extensiones fueron advertidas cerca
de la frontera y compradas como
tierras baldías o tierras nacionales
y sin utilizar. En la franja norte de
Nentón un famoso colono alemán de
Comitán en Chiapas, Gustavo Kanter,
consiguió una propiedad de decenas
de miles de hectáreas y sometió a los
habitantes de habla chuj, dispersos
por el área, que habían dejado San
Mateo en busca de tierra. “No se veía
el final de su tierra”, como los viejos
mozos colonos decían.
En muchos casos deberíamos
considerar las reformas liberales
de la tierra en el siglo XIX
como un
proceso de fundación que marcó el
“orden y la orientación” del Estado
moderno. La segunda mitad de
ese siglo fue permeada por una
obsesión ideológica con fronteras,
divisiones y privatización de la
tierra, lo cual fue visto como la
precondición de un Estado moderno,
una ciudadanía educada y una
economía nacional gobernable.
Como Crabis señala, en el caso de
México, la “división de las tierras
comunales puede ser entendida,
como una como una arreglo de
Estado, a la vez metafórico y literal”: