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Facultad de Ciencias Políticas y Sociales
existencia de los que caen dentro de
una esfera determinada, y extender
sobre ellos la jurisdicción de algún
tipo de ley” (Comaroff and Comaroff
2006: 35).
Es importante destacar que
esta medida implica el abandono de
la soberanía como un fundamento
ontológico de poder y de orden en favor
de una visión de la soberanía como
“una forma de autoridad provisional
y siempre emergente fundamentada
en la violencia” (Hansen and
Stepputat 2006: 297). En contra
de interpretaciones decisionistas, la
soberanía es vista aquí como un efecto
de lo que podríamos llamar prácticas
de la soberanía, tales como: conferir
la ley, el castigo a los infractores de
la ley, el asesinar a los traidores,
limpieza social, abandono o exclusión
del acceso a los recursos esenciales
de subsistencia.
Estos
hechos
pueden
ser
espectaculares y públicos, o secretos
y
amenazantes,
pero
pueden
también parecer como racionalidades
científico-técnicas de gestión y castigo
de los cuerpos.
Aunque el poder soberano
siempre busca proyectarse como
proporcional, estable y natural, nunca
logra llegar por completo al status de
ente simbólico que puede estabilizar
un orden social, como lo confirma
el caso de Guatemala. A pesar de
las estrategias para producir una
“sociedad de Estado” (Kapferer and
Bertelsen, 2009), ninguna “voluntad”
de Estado, de estructurar, subyugar,
capturar y limitar el tema social,
puede someterlo completamente. El
poder, creado continuamente en el
proceso social, es siempre superior
a lo que el Estado puede regir (ibid.;
Mbembe, 2001). Así, por ejemplo,
la “simplificación” (Scott, 1998) que
es necesaria para la interpretación
del territorio por la población
alfabeta, así como los esfuerzos de
hacer categorías que se adhieran a
una realidad persistente, siempre
genera un residuo o excedente
que no “encaja” en las categorías y
amenaza con regresar, vengarse y
derribar las categorías y al sistema.
En un sentido más general, Deleuze y
Guattari (1980) hablan de cómo esas
dinámicas -en términos de “líneas de
vuelo” y la “máquina de guerra”- son
el móvil y la forma desterritorializante
del poder que se opone, se alimenta
y entrelaza con la territorialización,
la categorización y las dinámicas de
delimitación de Estado
3
.
Considerando
que
estas
máquinas de guerra fácilmente
encajan en la frontera imaginaria
entre los Estados y las sociedades
nómadas, se puede argumentar que
no hay nada más fuera del Estado,
ni fronteras en el sentido tradicional.
Por el contrario, las nuevas fronteras
3 Las dinámicas de la máquina de guerra pu-
Las dinámicas de la máquina de guerra pu-
eden también ser apropiadas por las institu-
ciones del Estado, cuando ellas, por ejemplo,
imitan las tácticas de la guerrilla en las estrate-
gias contrainsurgentes.