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Facultad de Ciencias Políticas y Sociales
Los entrevistados describieron la
experiencia de su desalojo, detallando
la destrucción de sus casas, sus
artículos de hogar y cultivos. Por
ejemplo, Juan Carlos, del municipio
de Panzós, indicó: “Ya estamos allí
cuando entraron el ejército, policía.
De allí nos sacaron, quemaron
nuestras casas, cortaron nuestros
cultivos, entraron la maquinaria,
levantaron la casa y la echaron”.
Aparte de las pérdidas materiales que
sufrieron, también experimentaron
daños emocionales, que algunos
describieron como una enfermedad.
Para dos colaboradores del municipio
de Panzós, los desalojos de sus
comunidades también resultaron con
el asesinato de su esposo y su esposa,
por la seguridad privada. La empresa
no ha reconocido su responsabilidad
e
n tales hechos ni ha ofrecido ningún
tipo de compensación. Además, dos
colaboradores vincularon la muerte
de sus hijos con el hecho de que eran
activos participantes en la lucha por
la tierra.
Actualmente tanto la violencia
estructural como la violencia física
afectan la participación de los
q’eqchi’s, pero también influyen en
sus visiones futuro. Otra táctica del
gobierno y de las empresas es tildar
de usurpadores e invasores a los
líderes o al conjunto de miembros de
las comunidades, para deslegitimar
sus reclamaciones y ocupar la
tierra. Este tipo de estigmatización
cuenta como una de las formas de
violencia estructural,
según la teoría
de Farmer. Por ejemplo, Ricardo, un
líder comunitario a quien la empresa
le interesó su apoyo para facilitar
el acceso al resto de miembros de
la comunidad, fue estigmatizado
al momento de rechazarlo. Según
el colaborador (quien vive en el
municipio de El Estor) cuando no
estuvo de acuerdo con las ofertas, la
respuesta de la empresa fue que “soy
mentiroso, soy un usurpador, que soy
líder de invasores”. Por su parte Juan
Carlos, ya mencionado antes, explicó:
“Nos tratan como invasores. No
somos invasores. Nos están sacando
de nuestra tierra”.
Evocando una táctica de
espionaje que el Ejército utilizó
durante el conflicto armado, las
empresas también recompensan a
ciertos miembros de la comunidad
por llevarles información que pueden
usar para dividir a la gente. Los
entrevistados en la investigación
se refieren a ellos como “orejas,”
un término empleado durante el
conflicto armado para referirse a
los miembros de la comunidad que
transmiten información después de
conversaciones privadas o asambleas
comunitarias. Las empresas dividen
igualmente a las comunidades,
desprestigiando a ciertos líderes
como “espías” o responsabilizándoles
de recibir dinero o favores.
Es importante reconocer que
tanto la violencia física como la
violencia estructural fortalecen la
marginalización de las aldeas q’eqchi’s