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Revista Espacios Políticos
Contraloría General de Cuentas entre
otras? Pero si hablamos de cambio
¿no corremos el riesgo que frente a
un nuevo mecanismo que procure el
fortalecimiento institucional se instale
un proceso aún más perverso que el
actual? ¿Es posible diseñar un sistema
que permita reducir el margen de
maniobra de los partidos políticos, del
congreso, de los presidentes de turno
y de otros intereses fácticos en estas
elecciones?
Desde el plano formal, el
propósito más importante de las
comisiones de postulación está
relacionado con el perfeccionamiento
de la institucionalidad pública, la que
es puesta a prueba todos los días.
Esta institucionalidad se encuentra
envuelta en diversos avatares; debe
además intentar responder a algunas
de las demandas que una sociedad
ansiosa y desesperada plantea
incesantemente. La institucionalidad
define valores, apuestas particulares
de quienes buscan el control, parcial o
total, de los mecanismos modeladores
de la sociedad. Institucionalidad y
control son dos conceptos íntimamente
relacionados, de lo cual se desprende
el tipo y calidad de las respuestas a
las demandas de los ciudadanos.
La institucionalidad también
conlleva un sentido “formativo”
o “deformador”. Si son fuertes y
concilian el juego de los intereses, las
instituciones terminan siendo eficaces,
crean incentivos y la población cree en
ellas. Si sucede lo contrario, generan
crisis permanentes de credibilidad; la
sociedad no solo no las defiende, no
son tomadas en cuenta, sino además
generan sentimientos de oposición
y dan lugar a respuestas carentes
de aceptación y legitimidad. Es
decir, los intereses muy particulares
de camarillas o grupos transitan
por
varios
canales,
ampliando
sus posibilidades de penetración
social. En definitiva, el Estado y sus
instituciones no deben considerarse
como un espacio “neutral”. Lo
anterior evidencia el peso que hoy
tiene la informalidad como lógica
prevaleciente en las instituciones. El
cumplimiento de lo formal solo es un
recubrimiento simbólico que nos hace
caer en una constante de juegos, en
los que la dinámica funcional termina
siendo su principal combustible y así,
es difícil generar institucionalidad.
El politólogo Samuel Huntington
define la institucionalización como el
proceso por el cual adquieren valor
y estabilidad las organizaciones y
los procedimientos. En este orden
de ideas, el expresidente de Bolivia
Oswaldo
Hurtado
comentó
en
una oportunidad que el régimen
democrático se institucionaliza si el
pueblo y sus dirigentes, en porcentajes
elevados, valoran sus instituciones,
se someten a sus procedimientos,
comparten los principios de la
comunidad política, creen que el
sistema es legítimo, respetan las
discrepancia, tienen una visión
común del interés público, superan
las diferencias mediante acuerdos,
cumplen con los mandatos de la ley,
acatan las órdenes de las autoridades
y contribuyen al logro de los objetivos
colectivos. Las sociedades que se