/ Los militares y la élite, la alianza que ganó la guerra

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entes de la Costa Sur de la amenaza guerrillera y 

de aportar a la contrainsurgencia. Este aporte ex-

traordinario, por cierto, ha sido normal en toda 

América Latina. El último caso fue el de Colombia 

con Álvaro Uribe”.

Cuánto de los Q60 millones solicitados fueron en-

tregados voluntariamente para la contrainsurgen-

cia entre diciembre de 1982 y junio de 1983 es algo 

que no está claro.

En su libro Imponiendo la democracia: Las élites y 

el fin del conflicto armado, Rachel McLeary, afirma 

que el aporte ofrecido no se pagó. García Noriega 

respondió que no recuerda si hubo una contribu-

ción, pero considera que ésta no se dio porque la 

inversión de los empresarios se concentraba en 

la defensa de sus familias y sus propiedades. Dos 

líderes empresariales en 1982, consultados para 

este reportaje, dijeron que recordaban que hubo 

un pago, pero que no sabía de cuánto. En cambio, 

según el Rehmi, los Q60 millones fueron entrega-

dos en su totalidad. El coronel Leonardo Figueroa 

Villate, ministro de Finanzas entre 1982 y 1983, re-

spondió a Valdez y Palencia en 1998 que los em-

presarios sí habían contribuido, pero no especificó 

con cuánto: “Sí, siempre hay gente que quiere 

colaborar y otras que no, pero sí hubo en aquella 

época”. Von Hoegen, entonces en Segeplan, cree 

que sí se dio el aporte extraordinario: “Hay que re-

cordar que en ese momento no se sabía que era la 

parte final de la guerra”  y se necesitaba dinero para 

financiar la guerra y obras para quitar las banderas 

de la guerrilla”.

El capitán Muñoz Piloña, probablemente el militar 

con más influencia en el gobierno de Ríos Montt 

y a cargo de la “supervisión” de los ministerios 

de Salud y Economía, resume la relación finan-