Martín Rodríguez Pellecer /

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gencia. Tanto el sector empresarial como el mili-

tar querían aplastar a la insurgencia. Así como los 

esposos buscan la unidad para sacar adelante a la 

familia, esta alianza era para sacar adelante al país. 

Y ambos tenían fuerza: No es que el sector privado 

tuviera de títeres a los militares, ni viceversa”, con-

tinúa Von Hoegen. Cuando había puntos en los que 

divergían, como el tema de impuestos, ahí sí se im-

pusieron los empresarios. “Bueno, tengo que con-

ceder que esa batalla, la ganaron”, completa Von 

Hoegen, director del Instituto de Investigaciones 

Económicas de la Universidad Rafael Landívar.

Desde otra esquina de la contrainsurgencia, otros 

testimonios que confirman la visión de Von Hoe-

gen son las de expatrulleros civiles, que cobraron 

alrededor de Q3,400 (US$ 425) entre 2003 y 2007 

en resarcimiento por los servicios prestados desde 

1981. En un reportaje de Plaza Pública, varios ex-

patrulleros que vivían en áreas cercanas a la Ciu-

dad de Guatemala cuentan que su labor durante la 

guerra era la de cuidar “a gente de pisto”, de dinero. 

O más precisamente, ejemplificaban con dos casos 

de vigilancia de fincas en Villa Canales para que los 

guerrilleros no quemaran cosechas ni atacaran a 

sus propietarios.

Enrique Godoy García-Granados, exvicealcalde 

de Ciudad de Guatemala entre 2000 y 2008, peri-

odista de radio y televisión, y proveniente de una 

familia patricia, recuerda que el poder en Guate-

mala descansó en tres pilares durante el siglo pas-

ado (1871-1996): los militares, los empresarios y la 

Iglesia católica. Una alianza que tuvo sus vaivenes 

con la Reforma Liberal y la Revolución y que se 

consolidó con la Liberación en 1954, con la alianza 

tradicional militares-empresarios-iglesia. Pero que 

con el auge de la Teología de la Liberación y las