/ Los militares y la élite, la alianza que ganó la guerra

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con su estructura generaban tranquilidad, orden, 

paz, condiciones y certeza para trabajar”.

Desde el lado gubernamental, la relación se perc-

ibía de una manera distinta. Para el capitán Mu-

ñoz Piloña, “la relación era muy cordial porque 

los empresarios vieron que no nos estábamos cor-

rompiendo”. Para Harris Whitbeck “la relación era 

buena porque los empresarios estaban agradecidos 

porque comprendieron que Efraín (Ríos Montt) 

estaba tratando de pacificar el país. En el Conse-

jo de Estado, en el que había 30 titulares y 30 su-

plentes, había empresarios como Ricardo Asturias, 

Ernesto Viteri, Ramiro Castillo Love o Julio Viel-

man Pineda. También había 20 indígenas y hasta 

un comandante guerrillero de Todos Santos que 

se había colado, porque eran liderazgos escogidos 

por las comunidades. Mire, si Efraín (Ríos Montt) 

hubiera querido matar a todos, no los hubiera con-

vocado al Consejo de Estado”.

El economista Miguel von Hoegen, quien fue sec-

retario de Planificación (Segeplan), va un paso más 

allá al analizar la relación militar-empresarial: 

“Primero me gustaría decir que es un hecho que 

me molesta pero tengo que aceptar que me metí 

a la contrainsurgencia; a mí me interesaba aportar 

en la participación ciudadana y empecé en Sege-

plan desde 1973. Segundo, sobre la relación entre 

militares y empresarios, era muy amistosa y le 

puedo decir que toda la orientación de la política 

pública era para beneficiar al sector privado. Re-

cordemos que era el período del enamoramiento 

de los gobiernos con el neoliberalismo por influ-

encia de Ronald Reagan y Margaret Thatcher”.

“Era una alianza. Sabían que sólo juntos podían 

sacar adelante al país y ganar la guerra a la insur-