Martín Rodríguez Pellecer /

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De hecho, la primera operación militar del Ejérci-

to Guerrillero de los Pobres (EGP) en Quiché fue el 

asesinato del finquero José Luis Arenas, conocido 

como El Tigre del Ixcán, líder del Partido de Unifi-

cación Anticomunista (PUA) y dueño de más de 50 

caballerías en el área ixil. Para el exguerillero César 

Montes, uno de los fundadores del EGP, se trató 

de “justicia popular contra un terrateniente feudal. 

Las guerrillas no atacaron a los empresarios prim-

ero, sino que los empresarios, desde los sesenta y 

setenta, financiaban escuadrones de la muerte con-

tra sindicalistas, intelectuales, periodistas y revolu-

cionarios. Empezaron los secuestros económicos 

(de empresarios) con (Leonel) Samayoa Brama, en-

tregado a tiempo y con buen trato; y los finqueros 

cerraron filas contra las guerrillas”. García Noriega 

refuta el argumento: “Cuando usted se sienta en 

una mesa de empresarios en la que el 80 por ciento 

tuvo familiares secuestrados o asesinados por par-

te de la guerrilla, es un tema muy sensible. Lo que 

no puede decirse es que cuando se mataba a un 

guerrillero era asesinato y cuando se mataba a un 

empresario era justicia social”.

Sobre la alianza militar, dos empresarios califi-

can la alianza militar-empresarial como una aso-

ciación casi coyuntural. A decir de García Noriega 

“era una alianza de conveniencia para poder sacar 

el país adelante, con muchas divergencias tam-

bién”. Según un empresario que era líder en los 

ochenta, que pidió no ser identificado, “los empre-

sarios y los militares siempre han desconfiado uno 

del otro, pero se necesitaban. En un período en el 

que no había legitimidad de elecciones, (los mili-

tares) tenían que buscar a alguien coherente, con 

estructura, que generaba empleo, que tenía poder 

por lo que generaba. Y nosotros (los empresarios) 

porque los militares daban estabilidad, coherencia;