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Revista Eutopía, año 2, núm. 3, enero-junio 2017, pp. 291-297

indignó con la imagen porque más allá de negar la realidad, la suya de mujer 
árabe heredera de luchas, este artista, hombre occidental, la «condenaba» a 
través de su obra a seguir siendo el cuerpo para otros, que el patriarcado se 
inventó. Y Fatema se enfrenta a ese colonialismo discursivo preguntando 
incisiva: «¿Qué somos si no controlamos nuestra imagen? ¿Quién soy yo y 
quién elabora mi imagen?»

9

.

Lo cual me lleva a otras preguntas, ¿cómo desde el arte se debate el sistema 
de representaciones que estén lejos de la mirada hegemónica? ¿Cómo crear 
propuestas que no sigan interpretando «al indio» (o a las mujeres) como 
«los otros» con identidades subordinadas? ¿Cómo reconstruir esos rasgos 
profundos y muchas veces no evidentes de las experiencias a través de 
imágenes o de textos? Porque justamente allí existe una de las profundas 
potencialidades del arte, narrar aquellos hechos que «muy probablemente 
permanecerán ocultos al ojo positivista que se reduce a narrar hechos 
objetivos y secos, así como al pensamiento que estructura sus categorías 
en términos de poder y de continuidad» como plantea Tischler

10

.

En ese sentido, la obra de Sandra Monterroso establece una ruptura, 
propone desde su politopía, desde los mundos que habita y la habitan, 
logra conjugar sus preocupaciones estéticas y políticas con planteos que 
invitan a desaprender el racismo y otras violencias que afectan de manera 
particular a las mujeres. Intersecciona lo biográfico y lo histórico, así como 
las implicaciones de la memoria en la identidad. Sus piezas trasgreden el 
orden hegemónico y provocan reflexiones sociológicas porque invitan a 
debatir sobre aquello profundo, pero invisible a los ojos entrenados para 
ver solo lo que se deja ver. Es decir, externan discursos decoloniales:

Sobre todo, para alejarme de ese discurso identitario esencialista, eso no es lo que 
me interesa, tampoco hablo de mayanización porque mi trabajo no está inserto 
en ese discurso. Si es cierto que hay un reconocimiento de mis raíces, desde mi 
arte hago esfuerzos por investigar, reconocer y volverme parte de la historia de 
mi lado materno, de las raíces que vienen de mi abuela. [En los que emergen las 
vivencias y voces de las mujeres indígenas] […] tengo dos cosas en mis trabajos, 
por un lado, el nivel autobiográfico y por otro todo el tema de la ritualidad, ambas 
cuestiones a veces se ven y a veces no, pero siempre están presentes en mis obras. 

9 ibid., 130.

10 Tischler Visquerra, Imagen y dialéctica, 32.