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Revista Eutopía, año 2, núm. 3, enero-junio 2017, pp. 103-150
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2009-2016
histórica estructura de tenencia de la tierra y la profundización del modelo
de acumulación de capital. A lo anterior se suma el hecho de que las políticas
implementadas en materia de compra y reparto de tierras, por ejemplo, se
rigieron por lógicas de mercado, corrupción y supeditación a los intereses
del capital global y del capital local vinculado al agro. El capital finquero,
principalmente, encontró en el Fondo de Tierras una vía para deshacerse
de tierras poco útiles y acumular a costa del erario público y de los intereses
campesinos, lo cual se expresó en la entrega de fincas poco productivas y
en calidad de crédito a grupos de campesinos organizados.
En el marco anterior, la mayoría de grupos campesinos, objeto de estas
políticas, prontamente se vieron endeudados
23
. Esto debido, entre otros
factores, a la falta de apoyo financiero, técnico y comercial, lo cual hizo
inviables e ineficaces los proyectos productivos en los cuales fueron
involucrados al constituirse en sujetos de crédito. Es más, ninguna política
pudo evitar –porque no era su propósito en vista de sus limitaciones
presupuestarias o el enfoque fragmentado con el que se asumió la realidad
rural y agraria– la continuidad en la dinámica de reconcentración de la tierra
por medios legales e ilegales, legítimos e ilegítimos, tal y como sucedió en
las áreas de Petén y de la Franja Transversal del Norte. En estos contextos
específicos, donde habían ocurrido dinámicas de colonización durante la
década de 1970, estas fueron revertidas por posteriores políticas de despojo,
lo cual devino en nuevos latifundios, tal y como lo demuestra Edelberto
Torres
24
. Con todo lo anterior, la conflictividad agraria se vio fortalecida y
las condiciones de pobreza y miseria se agravaron, en especial en aquellas
comunidades rurales que se reproducen a partir de la economía campesina
25
.
23 No obstante, también existen experiencias de proyectos campesinos que lograron sostenibilidad
a largo plazo, la cual se explica a partir de otros flujos financieros, apoyos técnicos, diversificación
de sus proyectos y experiencias organizativas y políticas previas que permitieron sostener el
carácter colectivo de las mismas. Algunos de estos proyectos son: la comunidad agraria El
Nuevo Paraíso (Catarina, San Marcos) con 160 familias de origen Mam, la comunidad Santa
Anita La Unión (Colomba Costa Cuca, Quetzaltenango) con 35 familias, y la Cooperativa
Nuevo Horizonte (Santa Ana, Petén) con 100 familias.
24 Edelberto Torres Escobar, «Pobreza campesina y acceso a la tierra. Una aproximación», El
Observador, núm. 15, (2008): 6.
25 Para julio de 2012, la SAA reporta 1214 conflictos agrarios, que involucran 338 935.08 ha y
1 550 112 personas; Secretaría de Asuntos Agrarios, Informe de monitoreo de política y conflictividad
agraria de Guatemala, abril 2015 (Guatemala: Presidencia de la República de Guatemala, SAA,
2015). Para abril de 2014, los conflictos agrarios habían aumentado a 1391 conflictos, abarcaban
491 904.73 ha y a 1 432 810 personas, Secretaría de Asuntos Agrarios, Reporte de las estadísticas
de los conflictos agrarios, julio 2012 (Guatemala: Presidencia de la República de Guatemala, SAA,
2012). Es decir, un aumento que representa la profundización de las causas que generan tal
conflictividad y la incapacidad del Estado para encontrarle una solución.