293
J
ohn
h
olloway
E
s
hora
dE
aprEndEr
la
EspEranza
Revista Eutopía, año 1, núm. 2, julio-diciembre 2016, pp. 289-299, ISSN 2518-8674
La respiración del todavía-no, la fuerza subversiva de la antiidentidad
que corroe lo que es. Lo que escucha es el antagonismo, generalmente
silencioso a veces explosivo, del mundo que todavía no existe contra el
mundo que sí existe. Lucha de clases, en otras palabras, porque, ¿qué más
puede ser la lucha de clases si no la lucha del mundo para nacer contra el
mundo del capital, del dinero, de la muerte y de la destrucción?
8. Dije hace un momento que el mundo que todavía no existe es el eje de
cientificidad. Suena absurdo, pero nada más estoy repitiendo a [Karl] Marx.
Para él la diferencia crítica entre su pensamiento y el pensamiento burgués,
aún en el caso de sus mejores representantes como [Adam] Smith y [David]
Ricardo, fue que ellos pensaban a partir de la permanencia del capitalismo,
que entonces no podían tener un concepto de forma, no podían entender
al valor, el dinero, el capital, etc., como formas de relaciones sociales. Es
solamente cuando uno se da cuenta de que no hay ninguna razón para
tomar la permanencia del capitalismo como punto de partida que se abre
la categoría de forma, la categoría central de El Capital. Como decía Rosa
Luxemburgo, la clave para entender las categorías de Marx es que él estaba
viendo la sociedad actual desde la perspectiva del futuro (o desde un futuro
posible).
9. El pensamiento de la esperanza es la dialéctica, el lenguaje de la
negatividad, de la latencia, de la ruptura. Una dialéctica negativa, por
supuesto. Ya no puede haber ninguna certeza de un final feliz, como en
la vieja dialéctica positiva: después de Auschwitz tal certeza es imposible,
como insiste [Theodor] Adorno. Nuestra esperanza ahora es, tal vez,
una esperanza contra todas las probabilidades, pero sigue siendo central.
Abandonar la dialéctica es abandonar la esperanza, abandonar esta
perspectiva de un mundo que todavía no existe. La revolución cae del
orden del día.
10. Después del fracaso de las revoluciones del siglo XX, quedan dos
opciones para los que siguen luchando contra los horrores del capitalismo.
Una es enfocarse en la rebelión contra lo inaceptable y dejar que la noción
de revolución caiga en el olvido. El pensamiento dialéctico ya no nos ayuda,
ya que el mundo más allá del capital es nada más un espejismo. Es mejor
entonces analizar la sutilezas del poder y buscar líneas de fuga, dejar que