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Revista Eutopía, año 1, núm. 2, julio-diciembre 2016, pp. 113-180, ISSN 2518-8674 

El cambio climático es del primer orden de complejidad. Se aplican adjetivos como 
malvada, difícil de manejar, caótica, pendenciera, etc. para describir la política 
climática, resonando su carácter complicado (Prins y Rayner, 2007)*. Sin embargo, 
las recetas de políticas complejas no son imprescindibles para la política climática, 
ya que es susceptible a la descomposición de problemas y resolución en secuencias 
de tiempos cortos (Verbruggen, 2012, 4)

 [...] .El problema central de la política 

del cambio climático es la eliminación gradual del uso de energía no sostenible en 
orquestar billones de decisiones de millardos de personas

70

.

El quántum de pensamiento masivo de billones de decisiones cotidianas 
afecta tanto a las arquitecturas de las políticas existentes como afectará 
cualquier propuesta alternativa. El juego no se está jugando únicamente 
en nuestros escritorios o en las pantallas de la televisión mundial. Esta 
enorme diversidad en la toma de decisiones sobre el cambio climático hace 
aparecer a nuestros procesos académicos como el núcleo de un átomo o 
un cuark en una gota de agua en el océano. Visto por el lado positivo, ese 
quántum empequeñece la difusión de las ideologías dominantes.

Aquellos billones de decisiones están enmarcadas por el sentido común 
de incrustar el «arreglo de mercado» y el «arreglo tecnológico», «mercado-
arreglo incruste» y del «arreglo tecnológico incruste» en el pensamiento 
hegemónico constantemente protegido y reelaborado por las corporaciones 
multinacionales de energía y por los Estados nacionales. Sin embargo, 
dentro de ese sentido común hegemónico, la definición de primer orden 
de complejidad es la increíble diversidad del «núcleo sano que existe en 
el sentido común, la parte del sentido común que puede llamarse «buen 
sentido», lo cual merece ser elaborado de forma más unitaria y coherente

71

.

El ritmo de destrucción del último común de la atmósfera se incrementa 
cada vez más rápidamente, por el sentido común de que la tecnología y 
el mercado pueden solucionar el problema. Por lo tanto, la protección de 
los bienes comunes últimos y la posibilidad de arquitecturas de políticas 
alternativas y viables, depende fundamentalmente de la movilización del 
buen sentido en el tipo de experimentos mencionados en la sección 3 de 
este ensayo.

70 ibid., 275. * Gwyn Prins y Steve Rayner, «Time to Ditch Kyoto», Nature, núm. 449 (2007): 

973–75; † Verbruggen, «Urgency of Light Climate Policy», 4.

71 Antonio Gramsci, Selections from the Prison Notebooks (Nueva York: International Publishers, 

1999), 328.