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Revista Eutopía, año 1, núm. 1, enero-junio 2016, pp. 179-213
lengua, correspondiente de la Real Academia Española, ante tal solución. Se
le notificaría que para ser autenticamente guatemalteco debe aprender y hablar
correctamente cuatro o cinco idiomas mayances, además de su lengua “viril
y poética”. Ya se puede imaginar también lo costoso que sería para el Estado
imprimir toda su papelería en cinco lenguas, así como preparar y contratar
funcionarios quintilingües. Por eso, ni se pude obligar al ladino ser indio, ni se
puede obtener que el indio sea ladino, no sólo porque son medidas antiétnicas,
antinacionales, sino también por ser medidas impracticables a nivel de lenguas
y vivencias. Entonces, la solución federalista surge como alternativa adecuada
ya que se propone establecer relaciones equilibradas y armoniosas entre ambos
pueblos, pero respetando sus diferencias de carácter respectivos.
c. LA SOLUCIÓN FEDERAL Y LA ESTABILIDAD POLÍTICA.
En otro orden de ideas, aunque se generalizara el bilingüismo o el
multilingüismo en el país, esto no sería una solución durable. Porque rápido se
instalaría una refriega lingüística según los caprichos individuales de funcionarios,
y una gerarquización entre lenguas según el compartamiento lingüístico de las
clases dirigentes y la dinámica socioeconómicas de base. Es decir que en términos
generales, el estatus y la función social de una lengua depende del estatus y de
la posición social de sus locutores. Esta realidad es la que haría del bilingüismo o
multilingüismo generalizado, una solución siempre difícil y provicional.
Por otro lado, entre el bilingüismo y el multilingüismo generalizado y el
federalismo real, hay también fórmulas intermediarias tales como la instauración
de “regiones lingüística”, de “comunidades culturales”, etc. Estas fórmulas
representan una etapa más abanzada en el reconocimiento de la autonomía
de las comunidades étnicas pero todavía adolecen de defectos que causan
inestabilidad política. Estos defectos son ante todo, la dependencia económica
y política del centralismo estatal del país: falta de instituciones propias, falta de
poder de desición, etc.
Para verificar esta que exponemos, basta con observar la permanente
pugna en que vive las comunidades obligadas a coexistir en un Estado
bilingüe o multilingüe semifederal (Walones y Flamencos en Bélgica, Franco y
Angloparlantes en Canadá). Basta también con observar la estabilidad política en
que vive las sociedades organizadas en términos de federalismo real, según sus