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Revista Eutopía, año 1, núm. 1, enero-junio 2016, pp. 71-91
Serres resume su análisis con afirmaciones de este calado: “La historia
de Francia coincide y se asemeja a la historia de las ciencias: durante la
Revolución, los sabios toman el poder”. Efectivamente, la floración de
sabios y científicos de ese momento resulta extraordinaria, y no tiene
parangón con ningún momento, ni país en la historia anterior al siglo
XX. Serres aporta una lista de más de sesenta científicos de primera fila,
presentes de alguna manera en el París del momento, entre ellos: Carnot
(Lazare), Cauchy, Condorcet, Fourier, Lagrange, Laplace y Monge, en
matemáticas; Bailly, Delambre y Messier, en astronomía; Arago, Berthollet,
Carnot (Sadi), Coulomb, Gay-Lussac, Lavoisier, Proust y Savart, en física
y química; Bichat, Cabanis, Couvier, Gall, Jussieu, Lamarck y Saussure, en
biología y medicina.
En este recorrido por el espíritu constructor de la primera sociología,
es decir, por el ambiente intelectual del que surgieron sus fundadores,
adquiere especial significado la última década del siglo XVIII francés,
casi enteramente inmersa en el periodo revolucionario que, propiamente
dicho, se extiende entre 1789 y 1799, año del famoso golpe de Estado
de Napoleón, el 18 Brumario del Año VIII
7
. Napoleón llega al poder
llevado tanto por sus éxitos militares en Italia y Oriente Medio como por
el cansancio y el agotamiento del periodo revolucionario, en definitiva, por
el ansia estabilizadora de la burguesía triunfante, que con el Consulado
se encamina hacia la consolidación de las ganancias una vez que han
sido aniquiladas todas las expresiones del radicalismo izquierdista
8
. Es
la Revolución, en realidad, la que concluye y deja de serlo a manos de
un personaje de rasgos extraordinarios, Napoleón Bonaparte, que entre
otras habilidades demostró saber atraerse a gran parte de los científicos e
intelectuales del momento, incluyendo a numerosos ingenieros y a algunos
fundadores de la nueva ciencia sociológica.
7 En esa fecha, que corresponde al 9 de noviembre de 1799 del calendario convencional,
Napoleón Bonaparte acaba con el Directorio y el Consejo de los 500, y constituye con Sieyés
y Ducos el Consulado de tres miembros. Un golpe militar era lo que siempre temieron los
jacobinos y los diputados de la “Montaña”, ya que acabaría con el proceso revolucionario. La
nueva Constitución, la del Año VIII, que se aprueba poco después, proclamaría: “Ciudadanos:
la Revolución queda estabilizada en los principios que la iniciaron; ha concluido”. En 1802,
Bonaparte sería nombrado cónsul vitalicio y, dos años después, se autoproclamaría emperador
hereditario de los franceses.
8 Como la famosa “Conspiración de los Iguales”, de Babeuf, que acabó ejecutado con sus
seguidores en 1797.