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Revista Eutopía, año 1, núm. 1, enero-junio 2016, pp. 71-91
que adquieren el modelo físico (o de las ciencias físico-naturales) para el
trabajo intelectual y el papel de las matemáticas en las ciencias sociales
en general –la sociología original, de hecho, recibe primero el nombre de
física social– así como la trascendente presencia de la mentalidad ingenieril
2
, concretamente –y en el caso francés que aquí se estudia– el espíritu
politécnico, derivado del papel singular adquirido por la recién constituida
École Polytechnique (1794), que es una creación revolucionaria, sí, pero
sobre todo una institución-resumen del extraordinario acontecer del “siglo
francés” posterior a la muerte de Luis XIV (1715).
Por supuesto que esa mentalidad ingenieril ha sido objeto de estudio con
posterioridad y seguramente hoy ha de considerársela tan en vigor como en
la época que aquí estudiamos. En uno de los análisis ad hoc más conocidos, el
pensador liberal Friedrich Hayek carga contra las pretensiones ingenieriles
de gestionar y configurar la sociedad, detectando esta influencia en gran
parte de los intentos de reforma y cambio social “desde las utopías primitivas
hasta el socialismo moderno”, mostrando las mayores suspicacias hacia
expresiones como “ingeniería social”
3
. En este trance histórico-ideológico
de la construcción de la sociología y el predominio de la mentalidad
ingenieril pesan, sobre todo, los desórdenes producidos en toda Europa
durante el periodo revolucionario iniciado en 1789 y sus repercusiones en
el conocimiento, causas ambas que mueven a la reorientación científico-
técnica de la organización social. El momento es, también, doblemente
conservador: en lo político por el horror profesado a la Revolución por sus
víctimas y en lo científico, por el enfoque epistemológico, el positivismo,
al que se recurre.
Carlos Moya, Teoría sociológica: una introducción crítica (Madrid: Edit. Taurus, 1982), 25.
2 Aunque en el español peninsular resulta inevitable el sesgo, digamos, peyorativo del término
“ingenieril”, su uso como adjetivo que acompaña a un sustantivo –carácter, espíritu, modelo,
ideal– nos resulta ineludible y, por otra parte, es utilizado sin connotaciones negativas en otras
variaciones lingüísticas.
3 Friedrich A. Hayek, La contrarrevolución de la ciencia. Estudios sobre el abuso de la razón (Madrid:
Unión Editorial, 2003), 149.