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Revista Eutopía, año 1, núm. 1, enero-junio 2016, pp. 3-24
y/o la pluralidad cultural no contradice la búsqueda de universalidad
porque es más bien el presupuesto que se necesita para una comunicación
sobre posibles universalizables compartidos en y desde las diferencias”.
Por supuesto, el desafío ahora consiste en ofrecer una comprensión
intercultural de universalidad.
Ante el transculturalismo o hibridismo cultural, el proyecto intercultural
reafirma las identidades culturales como punto de partida del intercambio. Se
sabe que uno de los principales riesgos de la cultura –cultura como resultado
de la autocomplacencia en la propia tradición– es su tendencia a absolutizar
el propio horizonte de comprensión frente a otra; intraculturalmente, sin
embargo, tienen lugar luchas por la imposición de una tradición sobre
otras, lo que disminuye el riesgo de esta autocomplacencia. El proyecto
de la filosofía intercultural opta por la construcción de condiciones de
posibilidad a partir de las cuales cada cultura sea capaz de ir más allá de sí
misma, enriquecerse a través del encuentro con el otro, de tal modo que
“'trans-portamos' nuestras tradiciones y dejamos que nos 'trans-porten'
otras, y nos hacemos así agentes-pacientes de verdaderos procesos de
universalización”
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. Una interacción entre diversas culturas sin la disolución
de una en otra.
Lo que ofrece el análisis del hibridismo cultural es la posibilidad de pensar
un entre que ponga en tela de juicio los absolutismos, un entre claramente
definido en el inter de la interculturalidad. A diferencia de este, la filosofía
intercultural no absolutiza este entre, pues dicha interacción a la cual refiere
se da entre-culturas. El entre no implica la negación de las culturas, sino que
afirma su interacción. Ahora bien, esa interacción no siempre es simétrica.
Aquí es donde la teoría del “control cultural” de Bonfil Batalla representa un
aporte, pues ofrece criterios de análisis que permiten establecer los niveles
de autonomía y dominación ejercidos en el encuentro intercultural. En
este sentido, la teoría del “control cultural” ofrece un impulso decolonial al
análisis intercultural. Podríamos afirmar que una articulación intercultural-
decolonial sería el camino alterno para que ni absolutizando alteridades,
cosa que impediría el diálogo intercultural, ni negando la radicalidad de la
experiencia cultural, sea o no de larga duración, se considere la posibilidad
59 Fornet-Betancourt, Transformación intercultural, 31.