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Revista Eutopía, año 1, núm. 1, enero-junio 2016, pp. 3-24
J
uan
B
lanco
c
ultura
:
punto
de
partida
del
diálogo
intercultural
determinaría la autonomía cultural. Si se pierde la capacidad de decisión
sobre los elementos sustanciales se da paso a la configuración de una “cultura
enajenada”
51
. Las relaciones entre la capacidad de decisiones propias sobre
elementos culturales propios –lo que permite distinguir distintas formas
culturales que van desde la cultura autónoma a la cultura enajenada,
pasando por la cultura apropiada e impuesta– están determinadas por las
relaciones interétnicas, que, para el caso mexicano y latinoamericano, están
supeditadas a una relación de dominación-subordinación propia de una
situación colonial.
Si el indigenismo integracionista de los años sesenta y setenta condenaba
a la civilización mesoamericana a su extinción y/o asimilación en la
cultura mestiza, la propuesta de Bonfil Batalla logra visibilizar la primera,
pero en detrimento de la segunda. En el continente encontramos no
solo experiencias claras y distintas de “cultura autónoma” –manifiesta
por un lado, en la civilización mesoamericana y, por otro, en la cultura
hegemónica occidental–, sino una serie de, por llamarlo de algún modo,
entre civilizaciones: la cultura afroamericana, la cultura mestizo-popular,
etc. que interactúan entre sí, si bien fuera del esquema bipolar propuesto
en México profundo.
El aporte de la teoría del “control cultural” consiste en dar razón de
la dinámica de las culturas en situación colonial. Es precisamente la
constatación de esta situación colonial la que obliga al multiculturalismo
a acentuar los polos de conflicto y a invisibilizar la eclosión de culturas
que surgen como el resultado de la compleja interacción colonial. La
visibilización de la contraposición civilización occidental-civilización
mesoamericana termina ocultando la existencia de culturas a las que
difícilmente puede atribuírseles supuestos elementos propios y/o ajenos.
¿Qué es un grupo que no es ni “indio” –para utilizar la terminología
de Bonfil Batalla– ni necesariamente “occidental”, que no se remite a
las costumbres y tradiciones mesoamericanas, pero tampoco a las de la
cultura occidental en todo su esplendor? ¿Qué son esos grupos que no
son ni mesoamericanos ni exclusivamente occidentales? ¿Es la alienación
y negatividad sus únicos componentes identitarios? El análisis de
Bonfil Batalla parece regatear la existencia de la cultura mestiza y de las
configuraciones culturales fronterizas en general.
51 ibid., 173-175.