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Revista Eutopía, año 1, núm. 1, enero-junio 2016, pp. 3-24
“ajenos” –que el grupo no es capaz de producir y reproducir. Una “matriz
cultural”
46
es la encargada de dinamizar y armonizar los componentes
señalados, otorgándole sentido al grupo como un todo.
Si bien este esquema permite visibilizar dos matrices culturales, invisibiliza
a su vez las culturas que parecen carecer de una “matriz cultural”
supuestamente bien definida y a las que no puede atribuírseles elementos
culturales propios y/o ajenos, tal el caso de los mestizos o ladinos,
a quienes se les atribuye más bien una negativa enajenación
47
. En el
análisis de Bonfil Batalla
48
, lejos de ser considerados una nueva síntesis
de civilizaciones milenarias, los mestizos son vistos casi exclusivamente
como “administradores coloniales”, testaferros de los criollos, cómplices
de la dominación y explotación de los “indios”. Los mestizos carecerían,
entonces, de consistencia cultural.
Esta perspectiva se asienta no solo en la “indiologización”
49
que subyace al
análisis de Bonfil Batalla sobre el “control cultural”
50
, sino en una legítima
preocupación por des-identificar a la nación mexicana con el mestizaje
y de esta manera des-ocultar la negada “civilización mesoamericana”. El
“control cultural” es el sistema caracterizado por la relación que existe
entre los elementos culturales “propios” que sustentan a un determinado
grupo y la capacidad de decisión que sobre los mismos posee cada grupo.
La absoluta capacidad de decisión sobre estos elementos culturales
46 Matriz cultural “que articula y da sentido a los diversos elementos, particularmente en el ámbito
de la cultura autónoma”. ibid., 172.
47 No es baladí que Bonfil Batalla haga referencia en este punto a la idea que sobre el ladino urbano
proponen Guzmán Böckler y Jean-Loup Herbert (Guatemala: una interpretación histórico-social, 5ª.
ed., México: Siglo XXI, [1970]1975, cap. 6), para el caso guatemalteco. Esta perspectiva asume
un esencialista punto de partida de la comparación: una supuesta identidad indígena bien definida.
A esto subyace una larga tradición antropológica que identifica lo indígena con la alteridad. Los
años de la búsqueda de comunidades indígenas puras con escaso contacto con la cultura occidental,
todavía era un importante principio antropológico en la segunda mitad del siglo XX. Desde aquí,
la identificación de lo ladino como “no indígena” supone una identidad impura, lo que justifica la
enajenación y negatividad con lo que lo ladino es asumido por el discurso antropológico. México
profundo, 51.
48 Bonfil Batalla, “La teoría del control”, 198-199.
49 Para el antropólogo venezolano Eduardo Restrepo, “la ‘indiologización’ de la antropología,
más que su énfasis en ciertas poblaciones, es el efecto epistémico y político de la producción
de lo indígena como otredad esencial, es decir, como una alteridad radical que, no obstante su
apariencia de caos o sin sentido –a los ojos no etnocentristas de los no iniciados, por supuesto-,
respondía a un cuidadoso ordenamiento intrínseco, al cual se plegaban ineludiblemente los
sujetos. Como cultura era entendido este principio de ordenamiento […]”. “Antropología y
colonialidad”, 297.
50 El “control cultural” es descrito por Bonfil Batalla como “el sistema global de relaciones”
constituido por el “conjunto de niveles, mecanismos, formas e instancias de decisión sobre los
elementos culturales en una sociedad dada”. “La teoría del control”, 173.