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Walter Hernández
Marx se apartaba por tanto de la teoría económica
clásica que sostenía que la tasa de rendimiento
del capital tendía a ser constante cualquiera que
fuese su composición. Puesto que los clásicos
–Smith, Ricardo, Mill– propugnaban la teoría del
valor derivado del coste de producción, su fórmula
determinante del valor era: capital constante +
capital variable + tasa de rendimiento medio.
La gran innovación del primer volumen de El
Capital era pues, la nueva fórmula del precio de
equilibrio: capital constante + capital variable +
plusvalía, siendo esta última mayor o menor según
el porcentaje relativo de capital variable respecto
de capital fijo. Dicho de otra forma, cuantos más
obreros y menos máquinas interviniesen en la pro-
ducción mayor beneficio se obtenía y viceversa. De
este principio Marx deducía su teoría de la crisis
capitalista, más y más aguda conforme crece la
acumulación de capital y caen los beneficios.
Sin embargo, ya vimos que Marx se daba cuenta
de que su fórmula no se veía refrendada por la
realidad. En una huida hacia delante, calificó esta
contradicción de «aparente» y prometió resolverla
en el tercer volumen. Aunque Marx falleció sin
publicarlo, Engels sí lo hizo a partir de su manus-
crito. Como dice Böhm-Bawerk la aparición de este
volumen era esperada con cierta expectación en
los círculos teóricos de todos los partidos, para
ver cómo Marx se las iba a arreglar para resolver
un problema que en el primer volumen ni siquiera
había tocado.
Pues bien, en el tercer volumen, Marx reconoce
expresamente que en la realidad, gracias a la
acción de la competencia, las tasas de ganancia
del capital, cualquiera que sea su composición,
se mueven sobre la base de un porcentaje igual
de ganancia media. Marx dice: “En la vida real
las mercancías no se cambian de acuerdo con
sus valores (sic), sino con arreglo a sus precios
de producción”. Es decir, las mercancías equipa-
radas por medio del intercambio contienen real y
normalmente cantidades desiguales de trabajo.
¿Cabe mayor retractación? La fórmula en el tercer
volumen vuelve a ser la de los clásicos: capital
constante + capital variable + tasa media de be-
neficio. Por tanto, aunque Marx no lo diga, carece
ya de sentido la fantasmagórica distinción entre
capital constante y variable. De igual modo, no
queda sitio para el supuesto colapso debido a la
excesiva acumulación de capital no rentable. ¿Y
cómo justifica Marx tal contradicción? R// Simple-
mente la niega:
Marx dice más o menos: «Es cierto que las distin-
tas mercancías se cambian unas veces por más de
su valor y otras veces por menos, pero estas diver-
gencias se compensan o destruyen mutuamente,
de tal modo que, tomadas todas las mercancías
cambiadas en su conjunto, la suma de los precios
pagados es siempre igual a la suma de sus valores.
De este modo, si nos fijamos en la totalidad de las
ramas de producción tenemos que la ley del valor
se impone como tendencia dominante.»
Ante el problema del valor, los marxistas empiezan
contestando con su ley del valor, consistente en
que las mercancías se cambian en proporción al
trabajo materializado en ellas. Pero más tarde revo-
can esta respuesta en lo que se refiere al cambio
de las mercancías sueltas, es decir, con respecto
al único campo en que el problema del valor tiene
un sentido, y sólo la mantienen en pie, en toda su
pureza, respecto al producto nacional tomado en
su conjunto, es decir con respecto a un terreno en
el que aquel problema no tiene sentido alguno. Lo
cual equivale a decir tanto como reconocer que,
en lo tocante al verdadero problema del valor, la
“ley del valor” es desmentida por los hechos;
en la única aplicación en que los hechos no la
desmienten, no constituyen ninguna respuesta al
verdadero problema.
4. La autocontradicción del
sistema de Marx
Ya se ha demostrado en el apartado 3 de este en-
sayo que Böhm-Bawerk da pruebas que los hechos
demuestran que no sólo la cantidad de trabajo o
los factores alineados a ella, lo que determina los
términos del intercambio. El error fundamental que
comete Marx es que asume que el valor de inter-
cambio de las mercancías (y no el valor de uso)
tiene su origen y su medida en la cantidad de tra-
bajo incorporado en las mercancías. Por supuesto
que dicha proposición no es un axioma evidente