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Conversa
mismos derechos y las mismas obligaciones que mi persona.
Sin embargo, también significa que es mi responsabilidad
como ciudadano del mundo, aportar en la medida de mi
condición personal, para el apoyo, la ayuda o la orientación,
que esa otra persona requiera para alcanzar, en la medida de
sus posibilidades, los logros que le acerquen cada vez más a
una mejor calidad de vida y a su propia conceptualización de
éxito y felicidad.
Ramírez (2018) también menciona en su discurso Imaginar
al otro (Lección inaugural en la URL), que debemos estar
conscientes que:
Los otros son los distintos, y por tanto discriminados
y reprimidos, por el color de su piel, por su raza, por
razones de género, por sus preferencias sexuales. Por su
religión, por su cultura. Porque vienen de lejos. Porque
hablan una lengua que no entendemos, porque no se
visten como nosotros… Debemos emprender el viaje
hacia ellos, para encontrarlos, y encontrarnos en ellos…
no el humanismo pasivo encerrado en el claustro, sino
el humanismo que busca transformar el mundo, pero
primero nos transforma a nosotros mismos (p. 7).
La inclusión es acción. No es pasiva. Es un proceso íntegro
e integral que involucra al ser humano con toda su esencia.
Requiere de su autoevaluación y aprendizaje sobre quién es y
cómo puede colaborar para ser mejor, y principalmente, para
hacer mejor al otro. Pues en la medida en que el otro está
bien, es decir, un beneficio colectivo, de igual manera estará
mejor el individuo, con su respectivo beneficio particular.
La inclusión en educación o en cualquier otro ambiente,
insistimos, implica darnos el tiempo de acercarnos, observar
y conocer al otro. Es un proceso de autodescubrimiento de
quién somos y cómo nos reflejamos en el otro. Es también
un espacio para descubrir en el otro, a nosotros mismos.